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Wilhelm Reich La psicología de masas del fascismo

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Para que los horrores no vuelvan a ocurrir conviene recordarlos y estudiar a fondo su génesis y su desarrollo. Por esta razón, consideramos necesario publicar esta nueva traducción (hecha por Alfonso Herrera Salcedo T.) de la Psicología de masas del fascismo de Wilhelm Reich. Por esta obra, el maestro de La función del orgasmo tuvo que huir de Austria y Alemania, y refugiarse en Estados Unidos, donde cayó en manos de McCarthy y sus sicarios. La clase media, la familia autoritaria, las empresas privadas y sus capataces y el estado totalitario se entrecruzan en este ensayo (que publicamos en dos partes) sobre la gestación del huevo de la serpiente. Otras sierpes andan reptando en estos primeros años del siglo XXI.

EL FÜHRER Y LA ESTRUCTURA DE MASAS

Si, en fechas futuras, la historia de los procesos sociales le permitiera al historiador reaccionario especular sobre el pasado de Alemania, percibiría, sin duda, en el éxito de Hitler, entre 1928 y 1933, la prueba de que un gran hombre sólo logra trascender en la historia en la medida en que encienda a las masas a través de "su idea". De hecho, la propaganda del Nacional Socialismo se edificó sobre una "ideología del führer". La comprensión limitada de los propagandistas del Nacional Socialismo acerca de los mecanismos que los habían llevado al éxito correspondía, en igual medida, a su escaso entendimiento de las bases históricas del movimiento Nacional Socialista. Esto se observa claramente en el artículo que se publicó en esas fechas escrito por Wilhelm Stapel, miembro del Nacional Socialismo, cuyo título era "Cristianismo y Nacional Socialismo". En él afirmaba: "La razón misma por la que no se puede atacar al Nacional Socialismo mediante argumentos es porque se trata de un movimiento elemental; los argumentos tendrían efectividad sólo si el movimiento hubiese llegado al poder a través de la argumentación."

De acuerdo con esta peculiaridad, los discursos que se pronunciaban en los mítines del Nacional Socialismo destacaban por su habilidad para influir en las emociones de los individuos al interior de las masas y evitar, en la medida de los posible, cualquier argumento relevante. En varios pasajes de su libro Mein Kampf, Hitler subraya que las verdaderas tácticas de la psicología de masas se abstienen de cualquier argumentación y de enfocar la atención de las masas, en todo momento, en el "gran objetivo final".

La apariencia que reviste este último después de la toma del poder, se aprecia claramente en el fascismo italiano. Los decretos de Goëring en contra de las organizaciones de las clases medias, el desaire a la "segunda revolución" que esperaban los partisanos, el incumplimiento de las medidas socialistas que se habían prometido, etcétera, exhibieron la función reaccionaria del fascismo. El siguiente comentario nos muestra cuán poco entendía el mismo Hitler el mecanismo de su éxito:

Esta amplitud de nuestros designios, de la cual nunca debemos alejarnos, en combinación con un énfasis constante y consistente, permite la maduración del éxito final. Entonces, ante nuestro asombro, contemplaremos los tremendos resultados a los que nos conduce tal perseverancia –unos resultados que casi están más allá de nuestro entendimiento (cursivas mías, WR).1

Por esta razón, el éxito de Hitler, de ninguna manera podría explicarse sobre la base de su papel reaccionario dentro de la historia del capitalismo; de haber asumido ese papel abiertamente en su propaganda, habría obtenido unos resultados opuestos a los que perseguía. En términos de la psicología de masas, la investigación del efecto que producía Hitler debe partir del supuesto de que un führer, o cualquier paladín de una idea, puede ser exitoso ( desde una perspectiva histórica, o desde una que sea limitada), sólo si su punto de vista personal, su ideología o su programa son semejantes a la estructura promedio de una amplia categoría de individuos. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué situación histórica y sociológica constituye el génesis de estas estructuras de masas? A partir de ahí, las interrogantes de la psicología de masas se transfieren del terreno de la metafísica que representa la "idea del führer", hacia la realidad de la vida social. Sólo cuando la estructura de la personalidad del führer está en armonía con las estructuras de los grupos masivos, puede un "führer" escribir la historia. Que deje una huella permanente en la historia o tan sólo temporal, depende únicamente de saber si su programa sigue la dirección de los procesos sociales progresistas, o si se encarga de contenerlos. En consecuencia, nos hallamos en la ruta equivocada si intentamos explicar el éxito de Hitler basándonos únicamente en la demagogia del Nacional Socialismo que permitió la "desorientación de las masas", su "engaño", o si empleamos el término confuso y hueco de "psicósis Nazi", que utilizaron más tarde los comunistas y otros políticos. Se trata justamente de entender por qué las masas resultaron tan accesibles al engaño, a la confusión y a una situación psicótica. Sin un conocimiento preciso de lo que acontece al interior de las masas, no puede resolverse el problema. Afirmar que el movimiento encabezado por Hitler era un movimiento reaccionario no es suficiente. El éxito del nsdap ante las masas resulta inconsistente con este supuesto papel; ¿por qué razón varios millones de gentes habrían de respaldar su propia represión? Nos hallamos frente a una contradicción que sólo puede explicarse mediante la psicología de masas –y no por la política ni por la economía.

El nacional socialismo empleó diferentes medios en su trato con las diversas clases sociales, y formuló numerosas promesas según la clase social que necesitase en cada instancia. Por ejemplo, durante la primavera de 1933, la propaganda nazi enfatizó el carácter revolucionario del movimiento nazi, buscando atraer a la clase obrera; fue así como "aclamó" la fecha del 1 de Mayo, aunque previamente hubo de apaciguar a la aristocracia en Postsdam. Sin embargo, atribuir este éxito únicamente a la estafa política, implicaría enredarse en una contradicción respecto a la idea básica de la libertad y excluir, al fin y al cabo, la posibilidad de una revolución social. La pregunta que debe responderse es: ¿por qué las masas permiten que se les defraude políticamente? Tuvieron todas las posibilidades de evaluar la propaganda de los diferentes partidos. ¿Por qué no advirtieron que, al mismo tiempo que prometía a los trabajadores que los medios de producción les serían confiscados a sus dueños, Hitler le ratificaba a los capitalistas que sus derechos serían respetados?

La estructura personal de Hitler y la historia de su vida no tienen importancia para entender el Nacional Socialismo. Sin embargo, es interesante que el origen de clase media de sus ideas coincida, en lo esencial, con las estructuras de aquellas masas que las aceptaron con tanta avidez.

Como sucede en todo movimiento reaccionario, Hitler se basó en el respaldo de los diversos estratos de la clase media baja. El Nacional Socialismo exhibe todas las contradicciones que caracterizan a la psicología de masas del pequeño burgués. Las cuestiones que se plantean son: 1. Comprender las contradicciones en sí, y 2. Formarnos una idea de su origen común bajo las condiciones de la producción imperialista. Nos limitaremos aquí a analizar las cuestiones relativas a la ideología sexual.

ANTECEDENTES DE HITLER

El führer que encabezó la rebelión de las clases medias alemanas era hijo de un burócrata. Esta circunstancia nos lleva a un conflicto característico dentro de la estructura de masas de la clase media. Su padre deseaba que se convirtiera en burócrata; sin embargo, el hijo se insubordinó en contra del plan paterno y resolvió que no obedecería "por ningún motivo"; se dedicó a la pintura y, en el proceso, cayó en la pobreza. A pesar de ello, la rebeldía en contra del padre siempre estuvo acompañada por el respeto y la aceptación de su autoridad. Esta actitud ambivalente hacia la autoridad –rebelión en contra de, aunada a aceptación y sumisión– constituye un rasgo característico de todas las estructuras de la clase media, desde la pubertad hasta la edad adulta, y es especialmente pronunciada en aquellos individuos que provienen de situaciones materiales precarias.

Hitler habla de su madre con gran sentimiento. Afirma que lloró sólo una vez en su vida, cuando ella murió. Su rechazo al sexo y su idolatría neurótica de la maternidad son evidentes en su teoría sobre la raza y la sífilis. (Véase el siguiente capítulo).

Cuando era un joven nacionalista que vivía en Austria, Hitler decidió emprender la lucha en contra de la dinastía austriaca que había "eslavizado a la patria alemana". En sus polémicas en contra de los Habsburgo, la acusación de que existían varios sifilíticos entre ellos ocupa un lugar preponderante. Uno no le prestaría mucha atención a este factor, de no ser porque la idea del "envenenamiento de la nación", y su actitud en general acerca de la sífilis, se plantean una y otra vez y, más adelante, después de la toma del poder, constituyen un punto central de su política doméstica.

En un principio, Hitler simpatizaba con los social demócratas porque estos últimos encabezaban la lucha a favor del sufragio universal, lo que habría permitido el debilitamiento del "regimen de los Habsburgo" que él detestaba. Sin embargo, Hitler sentía animadversión por el énfasis de la Social Democracia en contra de las diferencias de clases, su rechazo de la nación, de la autoridad del estado, de la propiedad privada de los medios sociales de producción, de la religión y de la moral. Lo que finalmente lo condujo a apartarse de los social demócratas ocurrió cuando se le invitó a formar parte de un sindicato. Se negó y justificó su negativa demostrando por vez primera su perspicacia acerca del papel desempeñado por la Social Democracia.

Bismarck se convierte en su ídolo; había logrado la unificación de la nación alemana después de luchar contra la dinastía austriaca. Agrupaciones como la antisemita Lueger y la nacionalista alemana Schönerer jugaron un papel preponderante en el futuro desarrollo de Hitler. A partir de ese momento, su programa se basa en designios nacionalistas e imperialistas que intenta alcanzar a través de métodos diferentes, más indicados que aquellos que había empleado la antigua "burguesía" nacionalista. Los medios que utiliza están determinados por su reconocimiento de la efectividad del poder marxista organizado, y por su comprensión de la importancia que revisten las masas dentro de cualquier movimiento político.

...Sólo hasta que la visión internacionalista del mundo –dirigida políticamente por el marxismo organizado– se vea confrontada por una visión popular del mundo, organizada y conducida con el mismo sentido de unidad y, suponiendo que la energía combativa sea equivalente en ambos bandos, habrá de inclinarse el triunfo hacia el campo de la verdad eterna.

...Lo que resultó determinante para el éxito de la visión internacionalista fue su conducción por parte de un partido político organizado en base a tropas de asalto; la causa de la derrota de la visión opuesta sobre el mundo se debió, hasta la fecha, a la ausencia de un cuerpo unificado que la representara. No es la libertad irrestricta para interpretar la visión generalizada, sino la opción limitante, pero integradora, de una organización política la que permitirá luchar por una visión mundial y conquistarla.

Muy pronto, Hitler descubrió la inconsistencia de las políticas de la Social Democracia y la impotencia de los viejos partidos burgueses, incluyendo al Partido Nacional Alemán.

Los partidos "burgueses", como se denominaron ellos mismos, nunca serán capaces de atraer a sus filas a las masas "proletarias"; estamos frente a dos mundos que se oponen, en parte de manera natural, y en parte como resultado de una división artificial, y cuya relación mutua sólo puede ser de lucha. El más joven será el victorioso –y de esto se trata el marxismo.

Hitler se encontró frente a las siguientes interrogantes: ¿cómo llevar la idea del Nacional Socialismo a la victoria? ¿De qué modo podía combatirse el marxismo en forma efectiva? ¿Cómo se debe actuar para acercarse a las masas?.

Con estas dudas en mente, Hitler apela a los sentimientos nacionalistas de las masas, pero, al mismo tiempo, decide desarrollar su propia técnica de propaganda y emplearla de manera consistente para organizar a las masas, como lo había hecho el marxismo.

Así, lo que él desea, –y lo admite abiertamente– es instaurar un imperialismo nacionalista, a partir de métodos que se apropian del marxismo, incluyendo su técnica de organización de masas. Sin embargo, el éxito de esta forma de organización de masas debe atribuírsele a las masas y no a Hitler. La estructura autoritaria del hombre, temerosa de la libertad, fue la que permitió que su propaganda echara raíces. Por ello, la importancia que adquiere Hitler en términos sociológicos no surge de su personalidad, sino de la importancia que le confieren a él las masas. Lo que torna aún más complejo el problema es el absoluto desprecio que le profesa Hitler a esas masas, de cuyo auxilio necesitaba para concretar sus ideas imperialistas. En lugar de esgrimir una serie de pruebas para demostrar este argumento, basta con una cándida confesión: "...el humor del pueblo no era más que el desecho de aquello que se canalizaba hacia la opinión pública desde arriba".

¿De qué forma estaban constituidas estas estructuras de las masas, para que, a pesar de todo esto, acabaran empapándose de la propaganda de Hitler?

SOBRE LA PSICOLOGÍA DE MASAS DE LA CLASE MEDIA

Establecimos que el éxito de Hitler no se debe ni a su "personalidad", ni al papel objetivo que desempeñó su ideología dentro del capitalismo. Por otra parte, tampoco se le puede atribuir al simple "ofuscamiento" que suscitó en las masas que lo seguían. Hemos puesto el dedo en el meollo del asunto. ¿Qué sucedía al interior de las masas como para llevarlas a seguir los dictados de un partido cuyo liderazgo, tanto de manera objetiva como subjetiva, era diametralmente opuesto a los intereses de la clase trabajadora?

Para responder a esta pregunta, antes debemos recordar que, durante su primera incursión exitosa, el movimiento Nacional Socialista se apoyó en las amplias capas de las llamadas clases medias, es decir, los millones de empleados públicos y privados, los comerciantes de la clase media y el campesinado de las clases bajas y medias. Desde el punto de vista de su base social, el Nacional Socialismo era un movimiento de la clase media, y lo fue en cualquier parte que surgiera, ya sea en Italia, Hungría, Argentina o Noruega. Es por ello que la clase media baja, que anteriormente se situaba al lado de las diferentes democracias burguesas, tuvo que haber experimentado una transformación interna que la llevó a cambiar su posición política. La situación social y la estructura psicológica asociada a ella en las clases medias bajas, nos permiten explicar las similitudes y las diferencias básicas entre la ideología de la burguesía liberal y los fascistas.

La clase media baja fascista es la misma que la clase media baja de la democracia liberal, pero en un diferente periodo histórico del capitalismo. Durante los años electorales, entre 1930 y 1932, el Nacional Socialismo obtuvo sus nuevos votos casi exclusivamente del Partido Nacional Alemán y de las pequeñas facciones partidistas existentes en el Reich alemán. Sólo el centro Católico mantuvo su posición, aún en la elección prusiana de 1932. No fue sino hasta esta última elección cuando el Nacional Socialismo logró también una incursión exitosa al interior de las masas de los trabajadores industriales. La clase media fue, y continuó siendo, el bastión de la swastika. Esta misma clase, como defensora de la causa del Nacional Socialismo, fue la que irrumpió en la arena política y contuvo la reconstrucción revolucionaria de la sociedad durante la convulsión económica más severa que había experimentado el sistema capitalista (1929-32).La interpretación política de la reacción, en cuanto a la importancia de la clase media, fue absolutamente correcta. En un folleto del Partido Nacional Alemán, con fecha del 8 de abril de 1932, puede leerse: "La clase media tiene una importancia decisiva para la existencia del Estado."

Después del 30 de enero de 1933, la cuestión de la importancia social de la clase media fue ampliamente discutida por la izquierda. Hasta entonces se le había prestado muy poca atención a esta clase, en parte porque todos los intereses se enfocaban en el desarrollo de la reacción política y del liderazgo autoritario del Estado y, en parte, porque una línea de cuestionamiento basada en la psicología de masas era impensable para los políticos. A partir de ese momento, en diferentes ámbitos, se le otorgó paulatinamente una mayor prominencia a la "rebelión de la clase media". Al estudiar las discusiones sobre este tema, sobresalen dos puntos de vista: el primero afirmaba que el fascismo "no era sino" el partido guardián de la clase media alta; el segundo, sin restarle importancia a este hecho, hacía hincapié en "la rebelión de las clases medias"; a consecuencia de ello, los exponentes de esta tesis fueron acusados de omitir el papel reaccionario del fascismo. Para sustentar tal acusación, se mencionaba el nombramiento de Thyssen como dictador económico, la disolución de las organizaciones económicas de la clase media y el rechazo a la "segunda revolución"; en síntesis, se hacia referencia al carácter reaccionario sin ambages del fascismo, que se volvió cada vez más evidente y pronunciado desde finales del mes de junio de 1933.

Ciertos elementos ocultos se evidenciaron durante estas discusiones tan acaloradas. El hecho de que, al hacerse del poder, el Nacional Socialismo se mostró, cada vez más, como un nacionalismo imperialista cuyas intenciones eran las de eliminar cualquier contenido "socialístico" que tuviera el movimiento, y prepararse para una guerra con todos los medios a su alcance, no se contradecía con el hecho de que el fascismo tenía respeto por sus bases populares y que, en realidad, constituía un movimiento de la clase media. Si no hubiese prometido luchar en contra del gran capital, Hitler nunca habría logrado el apoyo de las clases medias. Obtuvo su respaldo para conseguir la victoria porque estaban en contra de ese gran capital. Debido a la presión que ejercieron las clases medias, las autoridades se vieron obligadas a adoptar medidas anticapitalistas, del mismo modo que, más tarde, tuvieron que abandonarlas bajo la presión del gran capital. Si no se distinguen los intereses subjetivos de las masas que conforman la base de un movimiento reaccionario, de la función objetiva reaccionaria –los dos se contradicen uno al otro pero se reconcilian bajo el manto de la totalidad del movimiento nazi– no es posible comprender todo esto. El primero tiene que ver con los intereses reaccionarios de las masas fascistas, mientras que el segundo se refiere al papel reaccionario del fascismo. Todas las contradicciones del fascismo se originan en la antítesis de estas dos facetas del movimiento, del mismo modo que su recomposición en una figura única, el "Nacional Socialismo", caracteriza al movimiento de Hitler. Dada la necesidad del Nacional Socialismo de hacer hincapié en su carácter de movimiento de clase media (antes de su llegada al poder e inmediatamente después),de hecho fue anticapitalista y revolucionario. Sin embargo, no despojó al gran capital de sus derechos y, ante la urgencia de consolidar y mantener el poder que había alcanzado, su función en pro del capitalismo se llevó cada vez más al primer plano hasta que, finalmente, el movimiento se convirtió en el partidario más acérrimo del imperialismo y del orden económico capitalista. Sobre el particular, resulta del todo irrelevante saber cuántos de sus líderes tenían una filiación socialista honesta o deshonesta (¡de acuerdo a su definición de esta palabra!), al igual que carecía de importancia saber cuántos de entre ellos eran impostores consumados y traficantes del poder. Una política radical antifascista no puede basarse en estas consideraciones. Todo lo necesario para entender el fascismo alemán y su ambivalencia, podía aprenderse a partir de la historia del fascismo italiano, ya que éste último mostraba también la reconciliación, en un todo, de estas dos funciones, contradictorias en sentido estricto.

Quienes niegan la función de las masas como base del fascismo o no le conceden la importancia que amerita, se quedan atónitos ya que, en su opinión, la clase media que no posee los principales medios de producción y que no trabaja con ellos no puede convertirse en una fuerza motriz permanente de la historia y, por lo mismo, debe oscilar entre el capital y los trabajadores. No comprenden que la clase media puede ser y es "una fuerza motriz de la historia", tal vez no de manera permanente, pero sí temporal, como lo hemos aprendido del fascismo italiano y alemán. No sólo nos referimos a la demolición de las organizaciones obreras, a los innumerables sacrificados y a la irrupción de la barbarie; más allá de todo esto, el fascismo impidió que la crisis económica se tradujera en un levantamiento político, en una revolución social. Dicho claramente: mientras mayor sea la amplitud e importancia de los estratos de la clase media de una nación, más decisiva será su participación como una fuerza social efectiva. A partir de 1933, y hasta 1942, nos hallamos frente a la paradoja de que el fascismo había sido capaz de aventajar al internacionalismo revolucionario social como un movimiento internacional. Los socialistas y los comunistas estaban tan seguros del progreso del movimiento revolucionario en relación con el de la política de la reacción, que cometieron un rotundo suicidio político, aunque eran guiados por las mejores intenciones. Este punto amerita una atención muy particular. El proceso que ocurrió durante la última década en las diversas capas de la clase media en todos los países, merece una atención mayor que la opinión tan banal y trillada de que el fascismo constituye la reacción política llevada al extremo. La simple constatación de la naturaleza reaccionaria del fascismo no permite el desarrollo de una política opuesta que resulte efectiva, como se demostró ampliamente con los sucesos ocurridos entre 1928 y 1942.

La clase media se involucró en los acontecimientos e hizo su aparición como fuerza social a través del fascismo. Por lo mismo, lo que importa, no son los propósitos reaccionarios de Hitler o de Göering, sino los intereses sociales de los diversos estratos de la clase media. Dadas las características de su estructura, la clase media posee un poder social que supera ampliamente su importancia económica. Se trata de la clase encargada de preservar nada menos que millares de años de patriarcado y de perpetuarlo con todas sus contradicciones.

El simple hecho de que exista un movimiento fascista es, sin duda, la expresión social del imperialismo nacionalista. No obstante, para que este movimiento fascista se convirtiera en un movimiento de clases y que lograra, además, tomar el poder (cumpliendo, a partir de ahí, su función en pro del imperialismo), debió contar con el apoyo absoluto que recibió de la clase media. Sólo al tomar en cuenta estas contradicciones y antítesis, cada una por separado, es posible comprender el fenómeno del fascismo.

La posición social de la clase media está determinada por: 1. Su posición dentro del proceso capitalista de producción. 2. Su posición dentro del aparato autoritario del estado. 3. Su particular situación familiar que depende directamente de su posición en el proceso de producción, y que representa la clave para entender su ideología. Sin duda existen diferencias en la situación económica de los pequeños campesinos, de los burócratas y de los empresarios de clase media, pero la naturaleza básica de su situación familiar es la misma.

Durante el siglo XIX, el veloz desarrollo de la economía capitalista, la rápida y continua mecanización de la producción, la amalgama de las diversas ramas productivas en sindicatos monopólicos y mutualidades, representa el origen de la pauperización progresiva de los pequeños comercios y negocios de las clases medias bajas. Incapaces de competir con las grandes empresas de mayor rentabilidad económica, las pequeñas firmas se arruinaron sin posibilidad alguna de recuperación.

"La clase media no puede esperar de este sistema sino una aniquilación despiadada. La cuestión es la siguiente: o nos hundimos todos en la profunda y gris desolación del proletariado, en donde todos poseemos lo mismo, es decir casi nada, o bien la energía y la aplicación le permitirán de nuevo al individuo estar en posición de adquirir una propiedad, gracias al arduo trabajo. ¡Clase media o proletariado! ¡Esta es la cuestión!" – tal fue la advertencia de los Nacionalistas alemanes antes de la elección para la presidencia de la república en 1932. Los Nacional Socialistas actuaron con menor descaro; en su propaganda evitaron instigar una división marcada entre la clase media y el grueso de los trabajadores de la industria; este enfoque resultó más provechoso.

La lucha en contra de las grandes tiendas desempeñó una función preponderante en la propaganda del nsdap. La contradicción entre el papel del Nacional Socialismo en favor de las grandes empresas, y los intereses de la clase media de la que derivaba su principal apoyo, se aprecia en la conversación de Hitler con Knickerbocker:

Las relaciones germano-americanas no habrán de depender de una mercería cualquiera [refiriéndose a la situación de la tienda Woolworth en Berlín] ... la presencia de ese tipo de empresas promueve el bolchevismo... destruyen a numerosas empresas pequeñas. No las sancionaremos por estos motivos, pero pueden estar seguros de que sus empresas de esta naturaleza que se establezcan en Alemania, recibirán el mismo trato que las empresas alemanas similares.2

Las deudas de las empresas privadas con los países extranjeros representaban una enorme carga para la clase media. Dado que su política exterior dependía de la solución de las reclamaciones extranjeras, Hitler favorecía el pago de estas deudas privadas; no obstante, sus partidarios demandaban la anulación de las mismas. Por ello, la clase media baja se rebeló "en contra del sistema", en alusión al "régimen marxista" de la Social Democracia.

A pesar de la urgencia de los estratos inferiores de la clase media –bajo la presión de la crisis– de formalizar alianzas organizativas, la competencia económica que enfrentaban las pequeñas empresas operaba en contra del establecimiento de un sentimiento de solidaridad equivalente al de los trabajadores industriales. Como consecuencia de su situación social, el individuo de la clase media baja no podía aliarse ni con su propia clase ni con los obreros. No podía hacerlo con su clase porque, al interior de ella, reinaba la ley de la competencia, y tampoco con los trabajadores, porque su mayor temor era precisamente la proletarización. Sin embargo, el movimiento fascista logró construir una alianza dentro de la clase media baja. ¿Cuál fue la base de esta alianza en cuanto a la psicología de masas?

Hallamos la respuesta a lo anterior en la posición social de los empleados públicos y privados de la clase media y baja. La posición económica del empleado promedio es inferior a la de los trabajadores industriales calificados; esta situación más precaria, de algún modo se ve compensada por la exigua perspectiva de hacer carrera y, en el caso de un empleado gubernamental, por una pensión vitalicia. De modo que, bajo la autoridad del gobierno, prevalece una actitud de competencia hacia sus colegas, lo que se contrapone al desarrollo de la solidaridad. La conciencia social del empleado no está influenciada por el destino que comparte con sus compañeros de trabajo, sino por su actitud respecto al gobierno y a la "nación". Ello se traduce en una total identificación con el poder del Estado,3y, en el caso del empleado de una compañía, en su identificación con la misma. Es tan sumiso como el trabajador industrial. ¿Por qué, entonces, no desarrolla un sentimiento de solidaridad como sucede con el trabajador de la industria? Esto se debe a su posición intermedia entre la autoridad y el conjunto de los trabajadores manuales. Aunque es un subordinado de los que se encuentran en la cima, para los que se sitúan por debajo de él, constituye un representante de la autoridad y disfruta, como tal, de una posición moral (y no material) de privilegio. En términos de psicología de masas el arquetipo de este personaje en el ejército es el sargento.

Los mayordomos, valets y otros empleados de las familias aristocráticas de estas características, son un ejemplo flagrante del poder de esta identificación. Al adoptar las actitudes, la forma de pensar y el porte de la clase dominante, experimentan un cambio radical y, en su afán de minimizar sus orígenes humildes, a menudo se convierten en una caricatura de la gente a la que sirven.

Esta identificación con la autoridad, la empresa, el Estado, la nación, etcétera, que puede formularse como "Yo soy el Estado, la autoridad, la empresa, la nación", constituye una realidad psíquica, y es una de las mejores ilustraciones de una ideología que se ha convertido en una fuerza material. Al inicio, la idea misma de imitar a sus superiores es la que estimula la mente del empleado o del oficial pero, gradualmente, a causa de su creciente dependencia material, toda su personalidad se remodela de acuerdo a los lineamientos de la clase dominante. Deseoso en todo momento de complacer a la autoridad, el individuo de la clase media baja crea una división entre su situación económica y su ideología. Vive bajo condiciones materiales muy precarias, pero asume aires de nobleza hacia afuera, muchas veces hasta caer en el ridículo. Se alimenta de mala manera y en cantidades insuficientes, pero le otorga una gran importancia a una "vestimenta decente". El sombrero de seda y el abrigo de vestir se convierten en el símbolo material de la estructura de su personalidad. Y nada es más adecuado para obtener una primera impresión de la psicología de masas de un pueblo que su manera de vestir. La actitud obsequiosa que caracteriza, de manera específica, a la clase media baja es la que distingue al hombre de esta clase del trabajador industrial.4

¿Qué tan lejos llega esta identificación con la autoridad? Ya hemos constatado que dicha identificación existe. Sin embargo, la cuestión es saber hasta qué punto –más allá de las condiciones económicas existenciales que lo afectan directamente– los factores emocionales refuerzan y consolidan la actitud del individuo de clase media baja, al grado de que su estructura no varía en tiempos de crisis, e incluso cuando el desempleo destruye la base económica inmediata.

Afirmamos anteriormente que las posiciones económicas de varios de los estratos de la clase media baja son diferentes, pero que los rasgos fundamentales de su situación familiar son los mismos. En esta situación familiar es donde encontramos la clave de las bases emocionales de la estructura descrita anteriormente.

Traducción de Alfonso Herrera Salcedo T.


1 Adolf Hitler, Mein Kampf, traduccción de Ralph Manheim, Houghton Mif. Flin Company, Boston, 1943, p. 185.

2 Después de la toma de poder, durante los meses de marzo y abril, las multitudes saquearon los almacenes, pero, muy pronto, los líderes del NSDAP pusieron un alto a estos actos. (Prohibición de la interferencia autocrática en la economía, disolución de las organizaciones de la clase media, etcétera)

3 Por identificación, el psicoanálisis describe este proceso como aquel donde una persona comienza a sentirse como una sola entidad con otra persona, acepta sus características y actitudes y, en sus fantasías, se sitúa en el lugar de ella. Este proceso trae consigo un cambio real en la persona que resiente la identificación, ya que "interioriza" las características de su modelo.

4 Esto sólo se aplica a Europa. La adaptación de las costumbres de la clase media por parte de los trabajadores industriales en Estados Unidos cancela las fronteras que existen entre ambas clases.

Reich se enfrenta, en esta segunda parte de su ensayo sobre la psicología de masas del fascismo, a una serie de mitos, sacralizaciones, demagogias y lugares comunes sobre las relaciones familiares y los sentimientos nacionalistas. Analiza los rasgos principales de la moral sexual patriarcal característica de la familia de las clases medias y estudia los aspectos fundamentales del “nacionalismo” esgrimido por los pequeños propietarios agrícolas. A principios del siglo XXI debemos recordar a los autores que nos proporcionaron un aparato crítico para analizar los datos inmediatos de la realidad y de la conciencia social. Así, nos será dado recordar que la intolerancia, el racismo, la represión que liquida el principio del placer y otros graves males, nacen en el seno de la familia patriarcal y autoritaria.

RELACIONES FAMILIARES
Y SENTIMIENTOS NACIONALISTAS

En un principio, no se hace distinción alguna en cuanto a la situación familiar de los diversos estratos de la clase media baja y su posición económica inmediata. La familia –excepto la de los militares– constituye, al mismo tiempo, una empresa económica en pequeña escala. Los miembros de la familia de un comerciante trabajan en su negocio, con lo que se eliminan los costos derivados de la ayuda externa. En las granjas de pequeñas y medianas dimensiones, la coincidencia entre la familia y el modo de producción es aún más pronunciada. La economía de los grandes patriarcas (el Zagruda por ejemplo) se basa esencialmente en este mecanismo. La fuerte interrelación entre la familia y la economía constituye el factor clave para explicar los motivos por los que el campesinado permanece "atado a la tierra", es "tradicional" y, por la misma razón, es tan receptivo a la influencia de las políticas reaccionarias. Esto no quiere decir que el modo de vida, en su aspecto económico, es el único que determina el apego a la tierra y a la tradición, sino que el modo de producción del granjero implica la existencia de lazos muy estrictos entre todos los miembros de la familia, y que tales lazos generan una supresión y represión sexual muy acentuadas. De estos dos elementos surge, entonces, la manera en la que el campesino ve usualmente las cosas. Su núcleo lo constituye la moral sexual patriarcal. En otros textos describí las dificultades que debió enfrentar el gobierno soviético durante la colectivización de la agricultura; no sólo se trataba del "amor por la tierra", sino, en mayor medida, de que los lazos familiares estaban cimentados por esa tierra que ahora acarreaba tantas dificultades.

Esta fue la posición que adoptó Hitler. A pesar de lo absurda que resultaba desde un punto de vista económico, y del escaso éxito político que podía esperarse de ella, al detener la mecanización de las grandes unidades agrícolas y segmentarlas para constituir una agricultura de pequeña escala, esta propaganda resultó, sin embargo, muy efectiva en términos de la psicología de masas, influyendo sobre el estrecho tejido de la estructura familiar de las clases media y baja.

La fuerte interrelación entre los lazos familiares y las formas rurales de la economía, finalmente fue enarbolada por la nsdap al llegar al poder. Dado que, por las características de sus bases masivas y su estructura ideológica, el movimiento de Hitler era un movimiento de las clases media y baja, una de sus primeras medidas –encaminada a proteger a las clases medias– fue divulgar, el 12 de mayo de 1933, el edicto "Nuevo orden en la propiedad agrícola", que representaba un retorno a códigos arcaicos basados en la "indiscutible unidad de la sangre y la tierra". He aquí un pasaje significativo de este edicto:

Toda granja que se herede mediante esta ley sólo puede ser propiedad de un ciudadano Alemán, y que sea de sangre Alemana. Lo anterior significa que para ser considerado de sangre alemana el individuo no debe tener, entre sus ancestros masculinos o cualquier otro ancestro, a ninguno de sangre judía o sangre de una raza de color, durante las últimas cuatro generaciones. Queda claro, sin embargo, que todo Teutón es considerado de sangre alemana, de acuerdo a lo que especifica esta ley. Cualquier matrimonio con una persona que no tenga sangre Alemana inhabilita a los descendientes del mismo a ser propietarios de una granja bajo la ley en cuestión.

¿Qué tendencias se expresan en esta ley? Se contraponía a los intereses de los grandes propietarios agrícolas que intentaban absorber a las granjas pequeñas y medianas, creando una división cada vez mayor entre los propietarios de las tierras y el proletariado rural no-propietario. Sin embargo, este intento fallido se compensaba ampliamente, al preservar a la clase media rural, en la cual la gran agricultura tenía un interés muy especial, ya que constituía la base masiva de su poder. El pequeño propietario no sólo se identifica con el gran terrateniente por ser el dueño de una propiedad. Esto, en sí, no tendría mucho significado. Lo que importa aquí, es preservar la atmósfera ideológica de los propietarios medianos y pequeños, una atmósfera que, de hecho, existe en las pequeñas explotaciones administradas por una unidad familiar. Es sabido que un entorno de estas características es el que genera los mejores luchadores nacionalistas, y el que conduce también a las mujeres a imbuirse de este fervor nacionalista. Todo ello explica por qué las políticas reaccionarias alaban, en todo momento, "la influencia del campesinado en la preservación de la moral". No obstante, se trata de una cuestión de tipo económico-sexual.

La interrelación entre los modos de producción individualistas y la familia autoritaria en las clases medias y bajas, constituye uno de los diversos orígenes detrás de la ideología fascista que preconiza las virtudes de la "gran familia". Este tema se abordará más adelante en otro contexto.

A pesar de las máximas ideológicas del fascismo, tales como "el bienestar común está por encima del bienestar personal" o el "concepto de la corporación", la competencia económica entre las pequeñas empresas se asemeja al aislamiento y la competencia que caracterizan a la clase media y baja. Los elementos básicos de la ideología fascista, el "principio del Führer", la política de la familia, etcétera, son de carácter individualista. Los elementos colectivos del fascismo emanan de las tendencias socialistas de las bases, de la masa, mientras que los elementos individualistas provienen de los intereses del gran capital y de los líderes fascistas.

De acuerdo con la organización natural del hombre, esta situación económica y familiar se derrumbaría si no estuviese sostenida por una relación específica entre el hombre y la mujer –relación que consideramos como patriarcal–, y por el tipo de sexualidad que deriva de esta relación específica.

Desde el punto de vista económico, el individuo de la clase media urbana no ocupa una posición diferente a la del trabajador manual. En consecuencia, sus esfuerzos por diferenciarse de él se apoyan esencialmente en su manera de vivir en el ámbito sexual y familiar. Sus privaciones económicas deben compensarse a través de una conducta sexual moralista. En el caso de los funcionarios, esta motivación constituye el elemento más efectivo de identificación con los que detentan el poder. Dado que no están en el mismo nivel que la clase media alta, aunque se identifiquen con sus ideas, deben compensar sus limitaciones económicas mediante una ideología moralista en cuanto al sexo. En lo esencial, los patrones de vida sexuales y culturales de los cuales dependen, les sirven para diferenciarse de las clases más bajas.

Ilustración de Alejandro MagallanesLa suma total de estas actitudes moralistas, que se aglomeran en torno a nuestra manera de abordar el sexo, y que se designan habitualmente como "incultas", culminan en nociones –decimos nociones y no actos– del honor y del deber. El efecto de estas dos palabras sobre la clase media y baja debe evaluarse de manera correcta, de lo contrario no son de mucha utilidad como para interesarnos en ellas. Estas palabras aparecen una y otra vez en la ideología del dictador fascista y en la teoría de la raza. En realidad, son precisamente el modus vivendi de las clases medias y bajas, así como sus prácticas mercantiles, los que imponen un comportamiento diametralmente opuesto. Un cierto grado de deshonestidad forma parte de la esencia misma del comercio privado. Cuando un campesino compra un caballo, hace uso de él de todas las maneras posibles hasta su completo agotamiento. Cuando vende el mismo animal, un año más tarde, de pronto ha rejuvenecido, se ha mejorado y tiene mayor fortaleza. El sentido del "deber" del individuo se construye sobre la base de sus intereses mercantiles y no sobre los rasgos nacionales característicos. El bienestar de uno siempre será el mejor –y el del prójimo siempre el peor. La descalificación de nuestros competidores –una descalificación que usualmente carece de cualquier honestidad– es una herramienta fundamental de nuestros "negocios". El respeto y servilismo que se observan en el trato del pequeño empresario para con sus clientes, es testimonio de la feroz presión del entorno económico que, en el largo plazo, acabará por distorsionar los buenos principios. No obstante, los principios del "honor" y del "deber" juegan un papel decisivo en la vida de las clases media y baja. Esto no puede explicarse tan sólo por sus esfuerzos de ocultar sus antecedentes basados en un crudo materialismo ya que, a pesar de toda la hipocresía, el éxtasis que se obtiene de las nociones de "honor" y "deber" es genuino. Simplemente es cuestión de saber de dónde proviene.

Ilustración de Alejandro MagallanesEste éxtasis surge de la vida emocional inconsciente. En un principio, no le prestamos atención a estas fuentes y, de hecho, preferimos pasar por alto sus relaciones con la ideología antes citada. Sin embargo, el análisis de las clases media y baja no deja duda alguna sobre la importancia de la relación entre la vida sexual y la ideología del "deber" y del "honor".

Para empezar, la posición política y económica del padre se refleja en su relación patriarcal con el resto de la familia. El Estado autoritario cuenta con su representante en cada familia a través de la figura paterna, de modo que esta familia se convierte en su principal instrumento de poder.

La posición autoritaria del padre refleja su papel político y revela la relación de la familia con el Estado autoritario. Dentro de la familia, el padre ocupa la misma posición que la que desempeña hacia él su propio jefe en el proceso productivo. A su vez, él reproduce esa actitud de subordinación al inculcarla en sus hijos, en particular en los varones. La actitud pasiva y servil de los miembros de las clases media y baja hacia la figura del Führer, proviene de estas condiciones. Hitler, sin adivinarlo, en realidad se basaba en esa actitud de la clase media baja cuando escribió:

La abrumadora mayoría de la gente es tan femenina en su naturaleza y actitud, que sus pensamientos están regidos, en mucha mayor medida, por la emoción y los sentimientos que por un sobrio razonamiento.

Lo que requiere en realidad esta posición del padre es de la represión sexual más estricta que se pueda de las mujeres y de los niños. Mientras que las mujeres desarrollan una actitud de resignación bajo la influencia de las clases media y baja –una actitud que se refuerza por medio de la represión de cualquier rebelión sexual– los hijos varones, más allá de la actitud de subordinación ante la autoridad, desarrollan una fuerte identificación con la figura paterna, la cual, a su vez, constituye la base de una identificación emocional ante cualquier tipo de autoridad. Saber cómo se logra que las estructuras psíquicas de las bases sociales de apoyo se construyan de modo tal que concuerden perfectamente con el marco económico, y que sigan al pie de la letra, como una máquina de precisión, los objetivos de quienes detentan el poder, resultará un enigma durante mucho tiempo. De cualquier manera, lo que describimos como la reproducción estructural del sistema económico de una sociedad, en lo concerniente a la psicología de masas, representa el mecanismo básico en el proceso de formación de las ideas políticas.

La actitud de competencia económica y social y su contribución al desarrollo de la estructura de la clase media y baja surge mucho más adelante. El pensamiento reaccionario que cobra forma en esta etapa, es la continuación secundaria de los procesos psíquicos que se remontan a los primeros años de un niño educado bajo la atmósfera de una familia autoritaria. Por una parte, existe la competencia entre los niños y los adultos, pero de mayores consecuencias resulta la competencia entre los niños de una misma familia en términos de la relación con sus padres. Durante la infancia, esta competencia que, más adelante, en la etapa adulta y en la vida extra familiar será predominantemente económica, opera en torno a fuertes lazos emocionales del tipo amor-odio entre los miembros de una misma familia. Este no es el espacio para abundar sobre estas relaciones. Representa un campo de estudio per se. Permítasenos decir, al menos, lo siguiente: las debilidades e inhibiciones sexuales que constituyen el prerrequisito más importante para la existencia de la familia autoritaria y que representan el cimiento de la formación estructural del individuo de clase media baja, se acompañan de los temores religiosos que se inculcan mediante sentimientos de culpa en materia de sexo y que están profundamente enraizados en el ámbito de lo emocional. De este modo, arribamos al problema de la relación de la religión con la negación del deseo sexual. La debilidad sexual conduce a una disminución de la autoestima. En algunos casos, ésta se compensa mediante la represión de la sexualidad; en otros, a través de la rigidez del carácter. La compulsión de controlar nuestra sexualidad, de mantener la represión sexual, nos lleva a la aparición de nociones patológicas, teñidas de emociones de lo que es el honor y el deber, el valor y el control de sí mismo. No obstante, el carácter patológico y emocional de estas actitudes psíquicas varía, en forma considerable, de acuerdo con la realidad del comportamiento personal de cada uno. El individuo que alcanza la satisfacción genital es honorable, responsable, valeroso y controlado, sin presumir de ello. Estas actitudes son una parte orgánica de su personalidad. Aquel cuyos genitales se han debilitado, cuya estructura sexual presenta múltiples contradicciones, debe recordarse a sí mismo, continuamente, la necesidad de controlar su sexualidad, preservar su dignidad sexual y ser valeroso frente a las tentaciones, etcétera. La lucha contra la tentación de masturbarse la experimenta cualquier niño o adolescente sin excepción. Todos los elementos de la estructura del hombre reaccionario se desarrollan a través de esta lucha. Es precisamente en el seno de la clase media baja donde esta estructura se refuerza y está enraizada de manera más profunda. Cada forma de misticismo extrae su energía más activa y, en parte, su contenido, de esta supresión compulsiva de la sexualidad. En la medida en que las diferentes categorías de trabajadores industriales están sujetas a las mismas influencias sociales, ellos desarrollan también actitudes correspondientes; sin embargo, debido a las marcadas diferencias en su modo de vida con respecto al de las clases medias y bajas, las fuerzas de reafirmación del sexo son más pronunciadas en su caso y también más conscientes. Las bases afectivas de estas estructuras, a través de una ansiedad inconsciente, su encubrimiento mediante rasgos de carácter que se presentan como completamente asexuados, son los causantes de que estos rasgos profundos de la personalidad no puedan asirse mediante simples argumentos racionales. La importancia que cobra esta afirmación en cuanto a una política sexual práctica se discutirá en el último capítulo.

No es posible abordar en detalle aquí hasta qué punto la lucha inconsciente en contra de nuestras propias necesidades sexuales da lugar a pensamientos metafísicos y místicos. Citaremos sólo un ejemplo característico de la ideología del Nacional Socialismo. Una y otra vez nos encontramos frente a series de palabras como las siguientes: honor personal, honor familiar, honor racial, honor nacional. Esta secuencia es coherente con las diferentes capas de la estructura individual. Sin embargo, no incluye a la base socioeconómica: capitalismo, o más bien patriarcado; institución del matrimonio compulsivo; supresión sexual; lucha del individuo en contra de su propia sexualidad; sentimiento de compensación personal a través del honor; etcétera. La posición más alta dentro de esta secuencia la ocupa la ideología del "honor nacional", idéntica al núcleo irracional del nacionalismo. No obstante, para entender lo anterior es necesario desviarnos, una vez más, de nuestro tema principal.

La pugna de la sociedad autoritaria en contra de la sexualidad en la infancia y la adolescencia, y la consecuente lucha al interior del ego, ocurren dentro del marco de la familia autoritaria, que ha demostrado ser la mejor institución para llevar a cabo, con éxito, esta lucha. De manera natural, los deseos sexuales empujan al hombre a iniciar todo tipo de relaciones con el mundo, a establecer un estrecho contacto con este último de maneras muy diversas. Si son suprimidos, no les resta más que una posibilidad: desahogarse al interior del reducido entorno de la familia. La inhibición sexual representa la base del confinamiento del individuo dentro de la familia, así como la base de la timidez de este individuo. Debe prestársele especial atención al hecho de que el comportamiento metafísico, individual y sentimental familiar, son sólo diversas facetas del mismo y único proceso de negación sexual; a su vez, el pensamiento no místico orientado hacia la realidad se acompaña de una actitud más laxa hacia la familia y, en cualquier caso, es indiferente a la ideología sexual ascética. Lo relevante de esta conexión es que la relación con la familia autoritaria se establece mediante la inhibición sexual; que son los lazos biológicos originales del niño hacia la madre, y de ésta hacia el niño, los que edifican la barrera frente a la realidad sexual y conducen a una ineludible fijación sexual y a la incapacidad de adentrarse en otras relaciones.1 Las relaciones con la madre son la base de todos los lazos familiares. En su núcleo subjetivo emocional, las nociones de patria y de nación son nociones de la madre y de la familia. Al interior de las clases medias, la madre es la patria del niño, del mismo modo que la familia es "una nación en miniatura". Esto nos permite comprender por qué el Nacional Socialista Goebbels escogió las siguientes palabras como divisa para los diez mandamientos contenidos en su almanaque del Nacional Socialismo de 1932, ignorando, sin duda, sus connotaciones más profundas: " Nunca deben olvidar que su país es la madre de su vida." En ocasión del "Día de las Madres", en 1933, en Angriff se declaraba:

Día de las Madres. La revolución nacional ha barrido con todo lo frívolo. De nuevo, las ideas están a la cabeza y lo hacen de manera unida –familia, sociedad, nación. La idea del Día de las Madres es el símbolo perfecto para honrar lo que representa esta idea alemana: ¡La Madre Alemana! En ninguna parte se le concede la importancia que se le da a la esposa y a la madre como en la nueva Alemania. Ella es la protectora de la vida familiar, en donde germinan las fuerzas que conducirán, una vez más, a nuestra nación hacia adelante. Ella –la madre alemana– es la portadora exclusiva de la idea de la nación alemana. La idea de la "Madre" es inseparable de la idea de "ser alemán". ¿Acaso existe algo que pueda unirnos más que la honra que le profesamos todos a la madre?

No importa qué tan falsas puedan resultar estas aseveraciones en términos económicos y sociales; lo son desde el punto de vista de la estructura humana. Así, los sentimientos nacionalistas resultan ser la continuación directa de los lazos familiares y, además, están enraizados en el lazo inconsciente2 que constituye la fijación por la madre. Lo anterior no tiene una explicación biológica, dado que la relación con la madre, al desarrollarse como un lazo familiar y nacionalista, es en sí un producto social. Durante la pubertad podría dar lugar a otras ataduras, i.e. las relaciones sexuales naturales, si las restricciones sexuales existentes no la llevaran a eternizarse. Es precisamente esta perpetuación, motivada socialmente, lo que la convierte en el fundamento de los sentimientos nacionalistas en la edad adulta; sólo en ese momento surge como una fuerza social reaccionaria. El hecho de que los sentimientos nacionalistas del trabajador industrial sean menos pronunciados que los del trabajador de clase media y baja, debe atribuírsele a las diferencias en la vida social que conducen a lazos familiares más relajados en el caso del primero.

Espero que nadie se moleste y nos acuse de querer "biologizar" la sociología; sabemos bien que la diferencia que existe en la vida familiar del trabajador industrial también está determinada por su posición en el proceso de producción. No obstante, debemos preguntarnos por qué el trabajador de la industria está plenamente abierto al internacionalismo, mientras que los de clase media y baja se inclinan tanto hacia el nacionalismo. En una situación económica objetiva, este factor de diversidad sólo puede verificarse cuando se toma en cuenta la conexión, antes descrita, entre la situación económica y la situación familiar del trabajador industrial. No es posible comprobarla de ninguna otra forma. La extraña negativa, por parte de los teóricos marxistas, de considerar a la vida familiar como un factor de la misma importancia, en cuanto a la cimentación del sistema social, e incluso de catalogarla como el factor decisivo en la formación de la estructura humana, es el resultado de los orígenes de sus propios lazos familiares. El hecho de que el vínculo familiar es el más intenso, y el más emocional no es, de ninguna manera, una exageración.3

La conexión esencial entre la ideología familiar y la ideología nacionalista puede llevarse más lejos. Las familias están tan separadas, y se oponen tanto entre ellas, como las naciones. En ambos casos, la causa final de esta separación y oposición es de carácter económico. La familia de clase media baja (los burócratas, los trabajadores de cuello blanco de bajos ingresos, etcétera) padecen el asedio permanente de los problemas de alimentación y otras preocupaciones materiales. Asimismo, las tendencias expansionistas de las familias numerosas de las clases media y baja reproducen, a su vez, la ideología imperialista: "La nación necesita espacio y comida." Por tal razón, el individuo de clase media y baja es particularmente sensible a esta ideología imperialista. Es capaz de identificarse plenamente con la concepción personalizada de la nación. Así, el imperialismo familiar se reproduce, ideológicamente, en el imperialismo nacional.

El discurso de Goebbels publicado en el panfleto Die verfluchten Hakenkreusler resulta de interés en cuanto a esta conexión. Se escribió como respuesta a la cuestión de saber si un judío puede ser considerado como un ser humano.

Si alguien propina un latigazo en el rostro de su madre, ¿le diría usted: ¡Gracias!?, ¿Es él un hombre como usted? Aquel que obra de esa manera no es un hombre –¡es un salvaje! ¡Cuantas cosas, aun peores le han infligido los judíos a Alemania nuestra madre [itálicas de Reich] y todavía continúan infligiéndoselas! Él, [el judío] ha corrompido a nuestra raza, ha minado nuestra energía, ha socavado nuestras costumbres y ha quebrantado nuestras fuerzas... El judío es el símbolo del demonio de la decadencia... que desata su criminal carnicería humana.

Debemos conocer la importancia que reviste la idea de la castración como castigo en contra del placer sexual, comprender los antecedentes psicológicos sexuales, las fantasías de asesinatos en masa, así como el trasfondo del antisemitismo tal y como son; además, es necesario apreciar correctamente los sentimientos de culpa asociados con el sexo y las ansiedades sexuales del hombre reaccionario; esto permite juzgar cómo influyen estas frases, redactadas inconscientemente, sobre las emociones que existen dentro del inconsciente del lector común y corriente. A través de estos enunciados, y de su impacto emocional inconsciente, hallamos las raíces psicológicas del antisemitismo del movimiento Nacional Socialista. Supuestamente, su único propósito era el de causar confusión. Sin duda, lo hacía con éxito. Pero se pasaba por alto que, en términos ideológicos, el fascismo significaba la resistencia de una sociedad desahuciada en lo sexual y lo económico frente a las tendencias, dolorosas pero resueltamente revolucionarias, que conducen a la libertad sexual y económica; una libertad que le infunde al hombre reaccionario un terror mortal. En otras palabras: el establecimiento de la libertad económica va acompañada de la disolución de las viejas instituciones (en particular de aquellas que gobiernan las políticas sexuales) sobre las cuales el hombre reaccionario y también el trabajador industrial, en la medida que sea reaccionario, no tienen relaciones de igualdad en lo inmediato. Más allá de cualquier otra cosa, en la mente del pensador reaccionario, son el miedo a la "libertad sexual" –concebida como un caos sexual–, y a la disolución sexual los que tienen un efecto retardado sobre el anhelo de liberación del yugo de la explotación económica. Esto sólo sucederá mientras prevalezca un concepto erróneo acerca de la libertad sexual. Y prevalecerá, sobre todo, como consecuencia de la falta de claridad en torno a estas cuestiones primordiales, que existe al interior de las masas populares. Precisamente por este motivo, la economía sexual debe desempeñar un papel crucial en el ordenamiento de las relaciones sociales. Mientras más extenso y profundo sea el arraigo de la estructura reaccionaria entre las masas trabajadoras, mayor será la importancia de la labor de la economía sexual para educar a estas masas y llevarlas a que asuman su responsabilidad social.

En esta interacción entre factores económicos y estructurales, la familia autoritaria es la que representa la fuente principal y esencial de reproducción de todo pensamiento reaccionario; constituye la fábrica donde se producen la ideología y las estructuras reaccionarias. De ahí que la "salvaguardia de la familia", léase la familia numerosa y autoritaria, aparezca como el primer precepto cultural de cualquier política reaccionaria. Esto es, en esencia, lo que oculta la frase "salvaguardia del Estado, de la cultura y de la civilización".

Al igual que el fascismo italiano, como partido, el nsdap le debió su éxito inicial a los intereses de los grandes terratenientes; tenía que granjearse el apoyo de los pequeños y medianos agricultores y lograr el establecimiento de una base social para el partido al interior de sus filas. Naturalmente, esto imposibilitaba que se promovieran abiertamente los intereses de los grandes terratenientes a través de la propaganda del partido, que debía resultar atrayente para los pequeños propietarios, valiéndose de las estructuras que se generaban como resultado de la superposición existente entre la situación familiar y la económica. La afirmación de que el hombre y la mujer son compañeros en el trabajo sólo cobra validez si se toma en cuenta la característica anterior de la clase media y baja, y no puede aplicarse a los trabajadores industriales en conjunto. Incluso dentro del campesinado, esta aseveración sólo se aplica de manera formal, ya que en realidad la mujer del campesino es su sirvienta. El prototipo y la realización de la ideología fascista, en cuanto a la organización jerárquica del Estado, tiene sus raíces en la organización jerárquica de la familia campesina. Esta última representa una nación en miniatura, y cada uno de sus miembros se identifica con ella. De este modo, los fundamentos para la absorción de una ideología imperialista dominante están presentes en el campesinado y dentro de las clases medias y bajas, en las cuales la familia en su conjunto está involucrada en una pequeña empresa. La idolatría de la maternidad es notable en ambos casos. ¿De qué manera se relaciona esta idolatría con las políticas sexuales reaccionarias?

AUTOESTIMA NACIONALISTA

Dentro de las estructuras individuales de las masas de la clase media y baja, los lazos nacionales y familiares coinciden. En particular, estos lazos se intensifican mediante un proceso que no sólo se desarrolla en forma paralela, sino que, en realidad, se deriva de ellos. Desde el punto de vista de las masas, el Führer nacionalista encarna a la nación. Solo en la medida en que el Führer personifica en verdad a la nación, en concordancia con los sentimientos nacionales de las masas, pueden desarrollarse lazos personales con respecto a él. Sólo en la medida en que logra despertar los lazos emocionales familiares de los individuos que conforman las masas, se convierte, a la vez, en la figura autoritaria del padre. Así, consigue atraer aquellas actitudes emocionales que anteriormente se dirigían, en forma exclusiva, al padre estricto, protector e impresionante (impresionante a ojos del niño). Al discutir con los miembros más entusiastas del Nacional Socialismo acerca de la carencia de fundamentos y de las contradicciones existentes en el programa del nsdap, ellos respondían a menudo que Hitler comprendía esto muy claramente –"él lo resolverá todo de manera adecuada", decían. Estamos aquí frente a la expresión evidente de la necesidad de un niño de contar con la actitud protectora del padre. En términos de la realidad social, la necesidad de las masas populares de ser protegidas es la que le permite al dictador "resolver todo". Esta actitud por parte de las masas impide la autogestión social, i.e. la independencia y cooperación racionales. Ninguna democracia genuina puede construirse a partir de ella.

No obstante, la identificación de los individuos al interior de las masas con el Führer resulta aún de mayor importancia. Mientras más indefensos se encuentren estos individuos-masas debido a su educación, será más pronunciada su identificación con el Führer, y mayor su oculta necesidad infantil de protección bajo el disfraz de un sentimiento de comunión con él. Esta tendencia a la identificación constituye la base psicológica del narcisismo nacional, i.e. de la autoestima que extrae el individuo de la "grandeza de la nación". El hombre reaccionario de la clase media baja se refleja, a sí mismo, en el Führer, en el Estado autoritario. Partiendo de esta identificación, se convence de que es el defensor de la "herencia nacional", de la "nación", lo que no impide, también a resultas de esta identificación, que deteste simultáneamente a "las masas" y que se enfrente a ellas como individuo. La miseria de su situación material y sexual se ve opacada a tal grado por la excelsa idea de pertenecer a la raza superior y de contar con un brillante Führer que, con el tiempo, llega a perder la noción de haber caído en una posición insignificante de fidelidad ciega.

El trabajador consciente de sus habilidades –aquel que, en resumidas cuentas, ha hecho a un lado la estructura de sumisión, que se identifica con su trabajo y no con el Führer, con las masas trabajadoras internacionales y no con su país natal– representa lo opuesto de todo lo anterior. Siente que es un líder, no sobre la base de su identificación con el Führer, sino con fundamento en la conciencia de que desempeña un trabajo vital para la existencia de la sociedad.

¿Qué fuerzas emocionales intervienen aquí? La respuesta no es difícil. Las emociones que motivan a este género de psicología de masas que, en el fondo es diferente, son las mismas que influyen sobre los nacionalistas. La única diferencia es el contenido del elemento detonador de estas emociones. La necesidad de identificarse es la misma; sin embargo, son los objetos de identificación los que difieren, en este caso se trata de los compañeros trabajadores y no del Führer, de su propio trabajo y no de una ilusión, de los trabajadores de la tierra y no de la familia. En pocas palabras, la conciencia internacional de las habilidades de cada uno se contrapone al misticismo y al nacionalismo. No obstante, lo anterior no implica, de ninguna manera, una declinación de la autoestima del trabajador liberado; en momentos de crisis, el individuo reaccionario es el que comienza a elogiar los "servicios a la comunidad" y a afirmar que "el bienestar general está por encima del bienestar individual". Todo ello significa solamente que la autoestima del trabajador liberado se deriva de la conciencia de sus habilidades.

Desde principios de los años veinte nos hemos enfrentado a un hecho que nos parece difícil de entender: en el ámbito económico, la sociedad está dividida en clases y ocupaciones claramente definidas. De acuerdo con el punto de vista puramente económico, la ideología social emana de una situación social específica. De ahí se infiere que la ideología específica de una clase debe corresponder, en mayor o menor medida, a la situación socioeconómica de esa clase. En concordancia con sus hábitos colectivos de trabajo, los trabajadores industriales deberían desarrollar un sentimiento de colectividad más fuerte; a su vez, los pequeños empresarios se inclinarían por un mayor individualismo. Los empleados de los grandes consorcios desarrollarían sentimientos de colectividad similares a los de los trabajadores industriales. No obstante, ya hemos observado que la estructura psíquica y la situación social rara vez coinciden. Hemos hecho la distinción entre el trabajador responsable, que es consciente de sus habilidades, y el individuo reaccionario místico-nacionalista. Nos topamos con ambas categorías al interior de cada clase social y profesional. Existen millones de trabajadores industriales reaccionarios y una cantidad equivalente de maestros y médicos, conscientes de sus habilidades, que abogan por la causa de la libertad. De manera que no existe una simple conexión mecanicista entre la posición social y la estructura del carácter.

La situación social constituye únicamente la condición externa que influye en el proceso ideológico del individuo. Los impulsos instintivos a través de los cuales las diversas influencias sociales logran un control exclusivo sobre las emociones, merecen ser investigados. Para empezar, lo siguiente está muy claro: el hambre no es uno de ellos, por lo menos, no representa el factor decisivo. Si lo fuese, la crisis mundial de 1929-30 habría desencadenado la revolución internacional. Este es un argumento sólido, a pesar de lo peligroso que parezca ante los anticuados puntos de vista puramente económicos.

Cuando los psicoanalistas poco versados en sociología intentan explicar la revolución social como una "rebelión infantil en contra del padre", tienen en mente al "revolucionario" proveniente de los círculos intelectuales. La explicación es válida para ese caso. Sin embargo, no puede aplicarse a los trabajadores industriales. La represión paterna dirigida a los niños en el seno de la clase trabajadora es tan severa y, en ocasiones llega a ser más brutal, que la que ocurre en las clases media y baja. Esto no se discute. Lo que distingue a estas dos clases se encuentra en sus modos de producción y en la actitud hacia el sexo que de ellos emana. La cuestión es la siguiente: los padres que pertenecen a la clase trabajadora industrial también reprimen la sexualidad. No obstante, las contradicciones a las que están sujetos los hijos de los trabajadores industriales no existen en la clase media baja. En esta última clase, la sexualidad es lo único que se reprime. La actividad sexual de esta clase es una mera contradicción entre el impulso sexual y la inhibición sexual. Esto no sucede en el caso de los trabajadores industriales. Al mismo tiempo que profesan su ideología moralista, los trabajadores industriales cuentan con sus propias opiniones sobre el sexo –en ocasiones más pronunciadas que en otras–, que se oponen diametralmente a esa ideología moralista. Además, existe la influencia que ejercen sus condiciones de vida y la estrecha asociación que existe con sus condiciones de trabajo. Todo ello actúa en sentido inverso a la ideología sexual moralista.

En consecuencia, el trabajador industrial promedio difiere del trabajador de la clase media baja por su modo de abordar la sexualidad, con una actitud abierta y sin traba alguna, a pesar de la confusión y el conservadurismo que manifieste en otros terrenos. Es, sin duda, mucho más accesible a las opiniones económico-sexuales que el característico trabajador de clase media baja. La ausencia de estas actitudes es justamente la que vuelve más accesible a este último a la ideología clerical del Nacional Socialismo: la identificación con la dualidad autoritaria Estado-poder, con el "Führer supremo", con la nación. Lo anterior constituye una prueba adicional de que los elementos básicos de la ideología del Nacional Socialismo tienen un origen económico-sexual.

Debido a su actividad económica individualista, y al aislamiento extremo de su situación familiar, el pequeño granjero resulta ser en extremo accesible a la ideología política de la reacción. Este es el motivo de la escisión que se produce entre la situación social y la ideología. Aunque se caracteriza por la práctica más estricta del patriarcado y de la moralidad que le acompaña, el pequeño granjero desarrolla, sin embargo –aunque con ciertas distorsiones–, otras manifestaciones naturales en su sexualidad. Así como en el caso de los trabajadores industriales –a la inversa de los trabajadores de la clase media baja– los jóvenes granjeros inician relaciones sexuales desde temprana edad; no obstante, como resultado de su educación patriarcal, el joven se halla muy perturbado en su sexualidad y llega incluso a comportarse de manera brutal; la frigidez sexual es habitual en las mujeres; los asesinatos de carácter sexual, los celos brutales y la esclavización de la mujer son sucesos sexuales muy comunes en el entorno del campesinado. En ninguna otra parte se observa una histeria comparable a la que existe en el campo. El matrimonio patriarcal es el objetivo final de la educación en ese sector, sujeto a los rígidos dictámenes de la economía rural.

Durante las últimas décadas comenzó a definirse un proceso ideológico entre los trabajadores industriales. Las manifestaciones materiales de este proceso son particularmente notorias en la cultura misma de la aristocracia obrera; sin embargo, se observan también entre los trabajadores industriales promedio. Los obreros del siglo xx no corresponden al proletariado del siglo xix de las épocas de Marx. Los primeros han aceptado, en buena medida, las convenciones y los puntos de vista de los estratos burgueses de la sociedad. En términos precisos, la democracia burguesa formal no eliminó las distinciones entre clases económicas, al igual que no suprimió los prejuicios raciales. No obstante, las tendencias sociales que han ganado terreno en su interior han acabado con las barreras estructurales e ideológicas entre las diversas clases sociales. Los trabajadores industriales de Inglaterra, Estados Unidos, Escandinavia y Alemania se aburguesan cada vez más. Para entender cómo se infiltró el fascismo al interior de las clases trabajadoras, debe observarse el proceso que, partiendo de la democracia burguesa, condujo al "decreto de poderes de emergencia", a la disolución del parlamento y, finalmente, a la dictadura fascista abierta.

Traducción de Alfonso Herrera Salcedo T.

1 De ahí que el "complejo de Edipo" descubierto por Freud no es tanto una causa sino un resultado de las restricciones sexuales impuestas al niño por la sociedad. A pesar de no tener conciencia de lo que hacen, los padres ejecutan las intenciones de la sociedad autoritaria.

2 I.e, no resuelto, enraizado en el inconsciente.

3 Aquel que no se haya liberado de sus propios lazos con la familia y con su madre, o que, al menos, no haya aclarado y excluido la influencia de ellos sobre sus juicios, no debería dedicarse a investigar la formación de la ideología.. Aquel que pretenda desechar estos hechos, catalogándolos como "freudianos" sólo demostraría su cretinismo científico. […] Freud descubrió el complejo de Edipo. No podrían concebirse las políticas de las familias revolucionarias sin este descubrimiento. Sin embargo, Freud está tan lejos de este argumento y de la interpretación sociológica de la formación de la familia, como lo está el economista mecanicista de la comprensión de la sexualidad como un factor social. Tal vez pueda probarse que el materialismo dialéctico ha sido empleado erróneamente, pero no pueden negarse los hechos que cualquier trabajador conocía antes de que Freud descubriera el complejo de Edipo; y el fascismo debe ser destruido, no por medio de eslogans sino con el conocimiento. Los errores son posibles y pueden solucionarse, pero la cerrazón científica es reaccionaria.

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