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Eduardo Mata, in memoriam

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Carlos Pineda


Ya con los armónicos en calmo reposo al pie de los atrilistas y las luces mercuriales dominando programas y partituras, sube al podio el director de orquesta: paleógrafo de corcheas y grabador de silencios en que se transfigura al abrir las compuertas de la música.

Blandir la batuta como florete, o posarla en la mano tal cual suspensa vela, no es, no sólo (como quiere el distraído) llevar el compás para que los músicos toquen a tempo: es un acto creativo eminentemente racional, que inspirado en el gozo por lo inasible, por la emoción del "más sublime de los placeres" (Beethoven dixit) inunda al escucha, lo embruja y evidencia los nervios de su espíritu.

Dirigir un orquesta sinfónica es también una mise en scéne. ƑCómo olvidar el rostro adusto, concentrado, líricamente expresivo de Herbert von Karajan, o el gozo desbordante, antisolemne y siempre lúdico de Leonard Bernstein? Hombres que batuta en mano nos ofrecen la plasticidad de sus movimientos, sus gestos, como apoyaturas de intención que convocan a la música y la visten, la materializan. Esta cualidad "plástica" de la dirección orquestal no la detentan todos los directores, la expresan sólo aquellos que tienen una fina percepción poética aunada a un carácter febril. A esta estirpe de músicos perteneció Eduardo Mata (1942-1995), a quien recordamos a diez años de su muerte.

Mata ha sido el mejor director de música de concierto que ha dado México, y que a la par de su actividad como director y compositor, supo darse el tiempo justo para desarrollar proyectos en pro de la consolidación de políticas adecuadas para estimular tanto la creación como la difusión de la música clásica en México.

Para la Universidad Nacional Autónoma de México su aportación e impulso fue de gran trascendencia, ya que a partir de su incorporación como jefe del Departamento de Música (1965-1972) primero, y posteriormente como director artístico de la en aquel entonces denominada Orquesta Sinfónica de la Universidad, hoy ofunam, inicia la consolidación de uno de los conjuntos de música sinfónica más importantes de Latinoamérica. En este mismo sentido y gracias a su labor de demiurgo y encantador, el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras, donde por aquellos años se llevaban a cabo los conciertos de la ofunam, pronto fue insuficiente para albergar a la cantidad de asistentes que se daban cita para escuchar y verle dirigir. Este hecho őque hoy nos puede parecer inusitadoő sería el detonador de la iniciativa para construir una de las salas de concierto más bellas de Latinoamérica y una de las mejores del mundo, la Sala Nezahualcóyotl.

Pero Eduardo Mata, como todo gran músico, necesitó del vuelo para seguir su ascendente y fulgurante carrera. Así, en poco más de una década fue nombrado director residente en el Festival del Berkshire Music Center (1964) y de la Sinfónica de Phoenix (1974 a 1978); director musical de la Sinfónica de Dallas (1977) y temporal de la Sinfónica de Londres (1974), entre otros nombramientos que le granjearon un lugar de suma importancia en el circuito de la música clásica mundial.

En 1984, al momento de ingresar al Colegio Nacional, Mata denuncia el estado de postración y autismo en que se encontraba en aquel entonces tanto el público (obnubilado por los ardides mercadotécnicos) como los profesionistas de la música (preocupados en sobrevivir), así como de la magra, cuando no nula, existencia de crítica musical en nuestro medio cultural. Esta observación la hizo hace veinte años. Hoy día la situación no es mejor y el asunto empeora constantemente. Prueba de ello es que al momento de escribir esta breve semblanza-homenaje, las actividades culturales anunciadas para recordar al maestro son escasas. Modestos homenajes, que si los valuamos con respecto a la inmensa geografía humana del país y a la trascendencia de este director para la cultura mexicana, son apenas murmullos frente al inmenso silencio que lo envuelve.

Pero no es esta ocasión para el lamento, sino para la celebración, así que recordemos a Eduardo Mata como todo músico desea ser recordado: a través de su obra.

Recomendaciones discográficas

ʼn RCA MRS, 003, Orquesta Sinfónica de la UNAM, Carlos Chávez, Discovery; Silvestre Revueltas, Sensemayá; Eduardo Mata, Sinfonía No.3 para orquesta de alientos y corno obligato; Vicente Zarzo, cornista.

ʼnRCA MKLA65, Orquesta Sinfónica de la UNAM, Manuel Bernal Jiménez, El Chueco, Carlos Chávez, H.P. (Caballos de vapor).

ʼn RCA RL, 25181, James Galway Plays Mozart, London Symphony Orchestra, Mozart, Concerto in C Major for flute, harp and orchestra, K299-, Mozart, Concerto in G Major for flute, and orchestra, K622G, James Galway, flute, Marisa Robles, harp.

ʼnVOX CUM LAUDE 9032 (Digital), London Symphony Orchestra, Carlos Chávez, The Six Symphonies.

ʼn DORIAN DOR 90161, (Disco compacto) Orquesta Sinfónica de Dallas, Shostakovich, Sinfonía No. 7 "Leningrado".

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