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¿Realmente había indios en América? ** * Carlos Montemayor

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¿Realmente había indios en América? **
* Carlos Montemayor
El uso reiterado de la palabra indio es sugerente por la confusión de que nace. Cristóbal Colón creyó que había llegado a las costas asiáticas, a las tierras situadas más allá del río Ganges, al extremo oriente de la India. Era natural para europeos como Cristóbal Colón que los habitantes fueran designados con el nombre de indios. Los habitantes de la India, indios tenían que ser. Pero después de varios siglos, una vez superado el error de la identificación de América, el término indio no dejó de aplicarse a esos pueblos que jamás habitaron las costas asiáticas.

En los albores del siglo xxI mantener el nombre genérico de indios remite a la primera confusión europea, sí, pero nos remite, sobre todo, a una primera sustancial negociación; aunque el continente fuera otro, esos pueblos debían ser llamados como si no fueran lo que son, sino otra cosa: indios.

En el contexto de ideas que llamamos "el descubrimiento de América" podemos acudir a uno de los señalamientos de Edmundo O'Gorman de 1958: "la idea indio americano es una invención europea correlativa y necesaria de la previa invención de América". De ahí que las culturas autóctonas no quedaran "incluidas como elemento constitutivo del ser del Nuevo Mundo". En otras palabras, el indio americano fue sobre toda una invención de los europeos, más que un descubrimiento. De ahí las condiciones políticas, jurídicas y religiosas en que se extendió la polémica laboriosa y desgastante sobre la naturaleza humana o inhumana del indio.

La palabra desarrolló muy pronto otras dimensiones sociales y políticas. A partir de la Conquista se convirtió en el nombre del habitante que antes y siempre había vivido en este continente, porque el concepto no provenía del sujeto mismo a quien se aplicaba sino de la sociedad que lo conquistaba. El indio del continente americano ingresó en la nueva invención europea del mundo con un nombre que no le pertenecía y como un ser negado en su especificidad social y humana. Para el europeo, indio era "el otro", el que resentía el embate de la Conquista y de la acción colonial.

La palabra no apareció en los diccionarios europeos de 1492 a 1581. A partir de 1600, cuando se le recoge formalmente en diccionarios, la palabra comenzó a formar parte de inmediato de una constelación de términos que forjaron claramente la opinión europea sobre estos pueblos: bárbaro, cruel, grosero, inhumano, aborigen, antropófago, natural y salvaje. El primer Diccionario de la Real Academia Española, publicado entre 1726 y 1736, agregó otro estereotipo, el de tonto y crédulo, al explicar así la expresión "¿Somos indios?": "con alusión a los indios que se tienen por bárbaros o fáciles de persuadir". Todavía a principios del siglo xxi el Diccionario de la Real Academia Española seguía conservando la expresión y la explicaba diciendo que "reconviene a uno cuando quiere engañar o cree que no le entienden lo que dice".




La culminación del sentido de indio como antropófago y salvaje se cumplió en el siglo XVIII. Tres diccionarios franceses son particularmente ilustrativos a este respecto. Así ocurre en el Dictionnaire Universel, Géographique et Historique de Tomás Corneille en 1708, en el Dictionnaire Universel de Antoine Furetière de ese mismo año y en Le Grand Dictionnaire Géographique et Critique de Ruzen de la Martiniére, publicado entre 1726 y 1739.

En 1798 el Dictionnaire de l'Academie Francoise introdujo otro vocablo de raigambre clásica y lo unió a los destinos de la palabra indio: indígena. Empleada por grandes autores latinos como Virgilio, Ovidio, Tito Livio y Plinio, la voz proviene de dos partículas arcaicas del latín: indu (que significaba en) y geno (que significaba engendrar, producir). Virgilio y Tito Livio llamaban indígena al pueblo latino, al pueblo originario del antiguo Lacio, para distinguirlo de los advenedizos, los que habían nacido fuera, en otro lugar.

El Dictionnaire de l'Academie Francoise formuló en 1798 por vez primera y con gran fortuna la expresión Les Indigènes de l'Amèrique (Los indígenas de América). Desde entonces, y particularmente a partir del siglo xix, la voz indígena permitió generar otras voces importantes para los numerosos países de América: por ejemplo, indigenismo e indigenistas.

Esta palabra es susceptible de un empleo más universal. Indígenas son los que nacen en una región, o los pueblos originarios de una región específica. Casi dos siglos después de su aplicación inicial a los pueblos de América, podríamos, sin embargo, con cierta razón, afirmar que los indígenas de Francia son los franceses. Los indígenas de Normandía son los normandos. Los indígenas de Bavaria son los bávaros. Los indígenas de Lombardía son los lombardos y los de Roma son los romanos. Los indígenas de Cataluña son los catalanes y los indígenas de los Países Vascos, los vascos. Podríamos considerar a todos los indígenas de Europa como una variada gama de pueblos que en su mayoría conservan sus propias lenguas, sus costumbres y, sobre todo, sus propios vinos. Pero quizás hablar de los indígenas de Europa es una forma demasiado genérica que empobrece la diversidad social de esa región del mundo.

También así se empobrece la diversidad social de los pueblos originarios del continente americano. El término indígena no alcanza a identificar a ninguno de los pueblos singulares que se resisten desde hace quinientos años en estas tierras. La palabra indio agrega a esta indiferenciación social la confusión de un remoto pasado en el que Europa se negaba a reconocer no sólo a una nueva tierra, sino a sus pobladores.

En verdad los indios de México nunca han sido los indios de México. Son pueblos que han tenido nombres precisos desde el siglo xv hasta nuestros días (o, debemos decir, desde muchos siglos antes del siglo XV hasta nuestros días): son los purépechas, tzotziles, chinantecos, mayas, nahuas. Tojolabales, mazatecos, rarámuris, tenek, binizá, ayuk, ódames, seris, mayos, yaquis, kiliwas, mazahuas, tantos otros. El concepto indio sigue ocultando a esos pueblos, sigue siendo una señal que recuerda la negación primera de esos pueblos.

Ciertamente, había que aprender a mirar el territorio del continente americano, sus recursos naturales, sus litorales, su hidrografía, su flora, su fauna. Pero también había que aprender a mirar a sus habitantes. Este aprendizaje, lento y conflictivo, no ha concluido aún.•

Acerca de las cuestiones que tienen que ver con los indios, el indigenismo y las rebeliones indias, el maestro Carlos Montemayor ofrecerá una serie de cuatro conferencias en Casa del Tiempo (Pedro Antonio de los Santos 84, colonia San Miguel Chapultepec). Las fechas y los temas son los siguientes:
19 de septiembre
La invención del indio en el descubrimiento de América
26 de septiembre
La reinvención del indio en el siglo XVIII
3 de octubre
El indigenismo mexicano
10 de octubre
Las rebeliones indígenas en México: pasado y futuro

*Carlos Montemayor (Parral, 1947-2010) fue poeta, narrador, ensayista y traductor y defensor de las causas justas. Con Las llaves de Urgell obtuvo el Premio Villaurrutia en 1971, y con Minas del retorno el de novela del Centenario del periódico El Nacional (1979). De su amplia bibliografía destacan los libros Mal de piedra, Finisterra, Historia de un poema, La imaginaria ventana abierta y Guerra en el paraíso. Fue maestro de la uam durante muchos años. Fundador y director de Casa del Tiempo y primer director de la Dirección de Difusión Cultural.

** Capítulo del Libro Los pueblos indios de la Conquista a nuestros días, publicado recientemente por la editorial Temas de Hoy.

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