Ibrahim siempre te seguiré
No hay nada mas dificil que no engañarse a uno mismo.
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marzo
(68)
Turquía, Turkestán, Uzbekistán, Kirguizistán, Kazajastán, Azerbaiján... el mundo de la lengua turca se une ahora en torno a la poesía. El patriarca Ilhan Berk presidió hace poco, en Estambul, una reunión de poetas del antiguo Turquestán. Al final construyeron una antología en donde la nostalgia de la lengua común eliminó las diferencias (muy bellas, por cierto) creadas por una larga separación.
Melodías de otoño
Bayircan Karabeyov
(Kazajastán, 1956)
Cuando regreso a casa con añoranza
(la paz del alba en las faldas de la montaña).
La pena de áridas llanuras de mi país
resuena en el hueco de mi pecho.
El arte de la lluvia
Ihsan Deniz
(Turquía, 1960)
¿quién va a traer a nosotros
el sol que va a calentar nuestras manos?
Yannis Ritsos
antes mirábamos mucho el cielo
éramos hombres a favor de su belleza
crecía nuestro pelo, se incendiaban
nuestras médulas
no se cansaban nuestros ojos de mirar
los grandes mares
para engañarnos con sueños no pedidos.
Hacíamos de testigos al destiempo del
cielo
El cielo componía nuestros trozos dañados.
Canto de crujidos
Vagif Nesib
(Baku, Azerbaiján, 1939)
Los gorriones más pequeños que los
gorriones
comían los granos más pequeños que los
granos.
Chillando con chillidos más pequeños
cantaban los cantos más pequeñitos.
Un hombre más pequeño que los hombres
miraba a los gorriones más pequeños que
los gorriones.
Se alegraba y daba palmadas
con las manos más pequeñas que las manos.
Había un mundo
más pequeño que el mundo.
Dentro de él
vivían hombres más pequeños que los
hombres.
Se alegraban y daban palmadas
a los gorriones más pequeños que los
gorriones.
Pero la pena es que
también los gatos más pequeños que
los gatos
observaban
a los gorriones más pequeños que
los gorriones
y lamían
los bigotes más pequeños que los bigotes.
Paisaje
Ataol Behramoglu
(Turquía, 1942)
Baja poco a poco
el atardecer a la orilla.
"Asombra las sombras
se borran los colores,"
se calman los ruidos.
Sorbo a sorbo
saboreas la tarde.
La brisa de noche
entrega la primera frescura,
la primera Estrella Polar.
Aparece
después la Vía Láctea.
Todo es pulcro y en armonía con la naturaleza.
Detrás la ciudad
sin enterarse de todo eso
patalea como un monstruo estrangulado.
S
Tugrul Tanyol
(Turquía, 1953)
Saboreo leches extraídas
de esta oquedad parda entre tus senos corre mi sangre
me hundo en tu bosque desierto donde nadie ha entrado jamás
eres una tigresa y yo una bestia que agoniza frente a ti
oigo una serpiente reptar en los arbustos oscuros
de tus ingles tensas se desprende ese olor a seda, ese veneno
que roza mi mano, si lo toco se dispersará en escamas
y la noche volverá a encontrar al día, la espada su vaina
como el fuego que cae sobre una hoja y abrasa al bosque
la vida y la muerte me llaman
una ola se transforma en caballo
un caballo relincha y se vuelve polvo
más allá de los peñascos, sobre los bastiones de una fortaleza
jadeante de furor
mi amor se enraíza en las ramas hembras de las palabras y las voces
mi cabeza se estrella contra las espumas y las conchas muertas
Adquieres el color de las piedras que se enfrían
de las estatuas de bronce y de la loca desnudez
tu piel se convierte en un inmenso país en mis palmas
una caverna aislada
para descansar un poco
y despertar de nuevo
sucedidos los largos descubrimientos
Cuando me tomabas de la mano
Cuando me tomabas de la mano
el mar se desbordaba en mí.
Cuando me tomabas de la mano, mi corazón
se colgaba de las algas verdes,
quería seguir las hondas corrientes de los días enteros.
Días enteros me preguntaba cuál era la fuente de esa
llama secreta que incendiaba tus pupilas. Noches enteras,
yo buscaba mi camino sobre las colinas arduas e impenetrables. Y luego
las luces se apagaban, y luego las estrellas caían en los lagos
frescos que hay en mí. Cuando me tomabas de la mano, ¿era yo
o era otro el que caminaba contigo sin poner el pie en las olas y el viento?
Cuando me tomabas de la mano
un color azul caía sobre mis ojos.
Luego, todos los mares se retiraban,
un bosque se agitaba de rumores,
una bandada de palomas volaba de mi corazón helado.
Cuando me tomabas de la mano
las hojas rojizas de un platanero caían
sobre las baldosas blancas del patio
y hundiéndome en esas hojas hubiera querido morir.
Éramos como casas antiguas con los postigos aún abiertos
y golpeados por el viento, vagabundos y tímidos.
Cuando me tomabas de la mano
una flor traspasaba los peñascos
Cuando me tomabas de la mano
el ansia por viajar me invadía
y días enteros me colgaba de las nubes grises
Versión de Hugo Gutiérrez Vega
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