Jose Antonio Bertrand / "LA MELANCOLIA" DE ALBERTO DURERO: UN PEQUEÑO TRATADO DE ALQUIMIA
En el grabado "La Melancolía" se encuentran representados todos los símbolos de la gran obra. Este grabado es el primero de una serie dedicada a los cuatro humores del cuerpo humano: melancólico, flemático, colérico y sanguíneo. La melancolía, oscilante entre la tristeza mórbida, la depresión y el sueño, es un estado típicamente alquímico. Este estado psicológico corresponde al color negro de la putrefacción. La palabra melancolía deriva etimológicamente del griego melas (negra) y chole (bilis), y corresponde a la fase de la nigredo en la cual la materia de la obra toma el color de la muerte.
Analicemos los símbolos del grabado de Durero. Observamos en primer lugar el reloj de arena y la balanza. Estos dos símbolos son atributos de Saturno, y le sirven para medir y pesar la vida. Saturno se nos aparece ya desde la antigüedad como la encarnación del tiempo. La energía saturnal es una energía melancólica y consciente del pasar del tiempo, y Saturno corresponde al plomo y al color negro. Estos mismos atributos, el reloj de arena y la balanza, los encontramos a menudo en los tratados alquímicos.[1]
La rueda de molino que encontramos en un segundo término del cuadro es también un símbolo hermético; simboliza la "vía seca" que conduce a la perfección de la obra magna. Lo mismo puede decirse de la llamada "vía húmeda". Estas dos vías, o caminos, aluden a los dos métodos de realización hermética, siendo la primera de ellas solar y la segunda lunar, sin que por ello la una sea superior a la otra, sino que más bien se complementan en el proceso de ascesis o transmutación. La rueda de molino simboliza también la putrefacción que desintegra la semilla y los metales que se encuentran en el seno de la tierra. Señalemos que las comparaciones agrarias se encuentran a menudo en los tratados alquímicos. Por ejemplo, Nicolás Flamel escribía:
"El campesino prepara la tierra para multiplicar la semilla: la hace crecer, madurar, recoge el fruto y fabrica la harina con la cual hace el pan. Si se mira bien, este procedimiento es también el de nuestra piedra".
Podemos resumir admitiendo que en Saturno se encuentra la putrefacción, la nigredo, y en consecuencia la enseñanza de una resurrección que está en el interior de toda muerte. Pero a estas alturas nos podemos preguntar qué es la tan celebrada putrefacción. Quizá se pueda explicar como una desintegración del "yo", un descuartizamiento o una disolución, lo que recuerda las técnicas rituales de las iniciaciones chamánicas. El plomo de Saturno contiene en sí el oro de los filósofos, lo que hizo decir a Jacobo Boehme:
"El paraíso está todavía en este mundo, pero el hombre está lejos de él hasta que no se regenere".
Según Isaac el Holandés:
"De Saturno nace y se hace la piedra filosofal, no hay más secreto que éste: El secreto está en Saturno, porque en el Sol no hallamos la perfección que hay en Saturno",
tal es el valor asignado al principio de inmanencia del cual surgirá el mundo mágico de los filósofos herméticos.
La piedra de Saturno puede ser asimilada al poliedro que se encuentra en el grabado de Durero. Este poliedro y la esfera que se encuentra a los pies de la figura humana nos recuerdan que la alquimia tiene la geometría en la base de su enseñanza. El Rosarium Philosophorum nos habla de la perfección de la esfera:
"Lo que tiene el menor número de ángulos es lo que está más cerca de la belleza y la simplicidad".
La esfera de "La Melancolía" es análoga al perro que está enroscado sobre sí mismo; los dos expresan la idea filosófica del Uno-Todo que corresponde al ideograma alquímico del círculo, línea que termina en sí misma. El Uno-Todo se asimila también al huevo que encierra toda generación en estado potencial; también se identifica con la serpiente uroboros (que se muerde la cola). Según Panofsky y Saxl, la esfera y el poliedro están en relación con el hecho de que Saturno era ya desde la antigüedad un dios de la agricultura.
La medida de los campos habría hecho nacer en consecuencia la geometría; ge, tierra, metrein, medir: por tanto "medida de la tierra". La esfera y el poliedro como formas geométricas, ligadas a la energía saturnal, están por tanto en la base de la doctrina hermética.
Hallamos detrás del poliedro un vaso que contiene fuego sobre el que aparece un pequeño recipiente en forma de corazón. Este pequeño artefacto lo encontramos a menudo en los laboratorios alquímicos. Vemos sobre el mar un arco iris que simboliza el total de los colores de la gran obra y la unión del cielo y la tierra. Estos símbolos, fuego y agua, no son gratuitos. Para los filósofos herméticos Saturno es "nuestro plomo", esto es la tierra; mientras que Mercurio, el ente acuoso, son todas las formas sutiles y sensitivas del alma. Plomo (tierra) y Mercurio (agua) se completan con el ente ígneo. En el grabado de Durero, tierra, agua y fuego están indicados por el poliedro (tierra), el mar del fondo (agua) y por el pequeño artefacto entre el poliedro y el mar (fuego).
Cerca del poliedro se alza una escalera de mano. Podemos apreciar los siete peldaños por los cuales el iniciado tendrá que subir para recoger los frutos del árbol hermético; así nos viene mostrado en una escena del Splendor Solis, tratado alquímico, obra de Salomón Trismosin. Esta escalera ilustra la iniciación progresiva que guía a la iluminación, es decir, señala las dificultades que hace falta superar antes de obtener la piedra filosofal.[2]
El perro que aparece detrás de la esfera, enroscado y melancólico, es otro símbolo alquímico. El perro es un símbolo mercurial, pero también es el animal del melancólico o hipocondríaco, esto es, de personas tristes cuyo humor depende del estado de su bajo vientre. Esta región es la cámara de Saturno,[3] la cámara de la melancolía. El perro es también considerado por los alquimistas como el símbolo del azufre, y algunas veces simboliza el oro por su relación con Saturno, pues sabemos que el oro se encuentra ya en Saturno en estado potencial.
Finalmente tenemos sobre la cabeza de la figura humana un cuadrado con 16 cifras cuya suma da 34 en cualquier sentido. Es el "cuadrado mágico" de Júpiter. Sabemos que el dios de los dioses corresponde a la piedra filosofal. Quizá es este talismán el que da origen a toda la composición: la melancolía sueña con el trofeo del Ars magna, el gran misterio evocado por el talismán. Es significativo que el talismán cobra su fuerza cuando es favorable la constelación del planeta, en este caso cuando la Luna entra en el primer grado del signo de Libra, y Júpiter está en conjunción con el Sol. Esta es la fórmula tal y como la reveló Paracelso y fue recogida por el Petit Albert.[4] Obsérvese que 34 suma 7; siete son los peldaños que tiene que remontar el iniciado para su iluminación; siete son los planetas; siete los metales y siete los días de la semana en los cuales Dios creó el universo. Obsérvese igualmente que siete son los pasos que ha de realizar el iniciado en el interior del palacio hermético: Saturno, Júpiter y la Luna para la obra al blanco, o albedo. Marte, Venus y el Sol para la obra al rojo o rubedo, o piedra. Todo ello presidido por Mercurio; ¿no es esto coincidente y revelador?
El niño que aparece junto a la figura corresponde al Ludus puerorum hermético. Recordemos que también Lucas Cranach, en 1472, hizo diversas pinturas con la imagen de la Melancolía en las que se ven diversos niños jugando en torno a ella.[5] Pudiera parecer que el niño opone su tierna juventud a la vejez de Saturno, expresando de este modo la esperanza en la nueva era que está en el interior del mito de este dios primordial, y por lo tanto en la transmutación del estado melancólico. ¿Corresponden estos niños a la coagulación que anuncia la renovación vital de los metales-energías después de su putrefacción? Ciertamente que sí, pero a pesar de las apariencias en la relación niño-viejo hemos de ver sobre todo una coincidencia más que una oposición pura y simple, y a este respecto conviene recordar la expresión puer-senex, que era una de las fórmulas más alabadas por los maestros herméticos del Renacimiento. Con dicha fórmula se estaba indicando que la verdadera madurez espiritual se consigue combinando por igual la energía renovadora de la juventud (simbolizada por el joven dios Mercurio, el alado mensajero de los dioses) y la serena y madura sabiduría propia de la vejez (simbolizada por Saturno, el antiguo dios de la edad de oro). Mercurio libera a Saturno de su excesiva tendencia a la melancolía y a la lentitud, y a su vez Saturno atempera la fogosidad impetuosa -que puede tornarse irreflexión- de Mercurio, con lo que se consigue la coincidencia de los opuestos. Alexander Sethon formuló:
"No quieras estar afectado porque cosas contradictorias se presenten a ti en mis tratados; comprenderás que la rosa no se encuentra sin espinas".[6]
Lo cierto es que los autores alquímicos compararon a menudo la gran obra a los ejercicios caseros de las mujeres y a las distracciones infantiles. Es así que utilizaron, según la fase del proceso experimental, la actividad de las lavanderas, la de las cocineras y la de las hilanderas de rueca. En un catálogo de fecha reciente encontramos una nota reveladora sobre "La Melancolía":
"Obra notable y estilísticamente elevada entre las de Durero, firmada y fechada en 1514, es también la más conseguida síntesis figurativa de su pensamiento artístico y filosófico. La actividad de la figura, la presencia casi imperativa de los objetos en torno a ella, como signos a descifrar, y sobre todo el título, han ofrecido un vasto campo a las interpretaciones".
Fundamental es la interpretación de Panofsky[7] que ve aquí la representación del humor melancólico y en consecuencia (de acuerdo con el neoplatonismo de Cornelio Agrippa de Nettesheim) la expresión del furor divino, del genio. Melancolía en consecuencia, no como temperamento, sino como primer estado psicológico del proceso alquímico, equivalente al fin que se propone el procedimiento artístico: descifrar la realidad desde el interior con la imaginación creadora; situación de angustia y trabajo creativo, astrológicamente presidida por Saturno, preludio de la alegría del rescate de las tinieblas por el influjo benéfico de Júpiter.
Finalmente es de notar la interpretación que nos da H. Knackfuss[8] de este mismo cuadro:
"Aquí está sentada una figura que encarna el poder del intelecto humano, coronada por el laurel de la fama, rodeada por símbolos del conocimiento humano y su poder, utensilios y figuras geométricas. Esta potente figura cae finalmente cansada, consciente de sus imperfecciones. Se asemeja al niño que está sentado sobre la rueda haciendo sumas y ejercicios en una tablilla. La figura envidia al perro, el cual no tiene apetito por el conocimiento. Los números, símbolos de la limitación del espíritu humano. La escalera, burla de la pequeña altura a la cual puede alzarse el hombre. El reloj de arena, la campana, la balanza, el cuadro con los números, todos ellos nos hablan de la ingenuidad sin finalidad alguna de la mente humana; espacio y tiempo limitan el intelecto humano. Consciente de su limitación en relación con el universo, el genio mira sin esperanza, su mano reposa sobre el libro en el cual el misterio no es revelado, y sobre compases con los cuales no puede medir el misterio. Todo ello nos dice y sugiere un pensamiento: podemos saber muy poco o nada. Durero mismo escribía esta confesión: 'El error está en la percepción, la oscuridad es tan grande en nuestro interior que sólo nuestro probar es ya un fracaso'".
Esta interpretación es cierta, pero debemos aclarar que ella se limita sólo al plano psicológico. Evidentemente el mensaje (o al menos parte de él) que Durero quiso dar con este grabado era el de mostrarnos las limitaciones del espíritu humano ante la grandiosidad de la obra de la creación, pero no por ello los símbolos que aparecen rodeando la figura de la Melancolía tienen exclusivamente un sentido psicológico, sobre todo aquellos que, como los números y las figuras geométricas, son susceptibles también de una transposición cosmogónica, y más aún metafísica. Y esta transposición es la que precisamente la tradición hermética toma en cuenta ante todo.
La vida de Durero en relación con su pensamiento filosófico
Recientes investigaciones, entre las que destacan las de Ananda K. Coomaraswamy y Frances A. Yates, han señalado, y sin duda con razón, que Durero estuvo influido poderosamente por el esoterismo y la filosofía oculta del Renacimiento, es decir por el corpus doctrinal que reunía en una sola tradición la llamada cábala cristiana y las ciencias herméticas como la alquimia y la astrología. Ciertamente se observan algunas tendencias en su arte y filosofía que indican una íntima ligazón con la ciencia de Hermes comprendida como un todo.
Hacia el 1500 aparece un autorretrato de Durero caracterizado como Ecce Homo, que quiere ser una alusión simbólica al concepto que Durero estaba madurando, esto es, que el genio del artista viene de Dios. Es este el límite extremo, sagrado, de la sublimación de la figura del artista a la que Durero se inclinaba junto a la mayoría de sus contemporáneos. El genio del artista proviene de la Deidad y el artista tiende hacia ella. En esto está la correspondencia entre el artista y el alquimista iniciado, el cual practica el arte por excelencia. También el hecho de retratarse como Cristo acerca a Durero a la esencia de la doctrina. Ya hemos visto en el capítulo sobre el Bosco el paralelismo entre Cristo y el iniciado. Este último a través de la pasión, muerte y resurrección, consigue la iluminación, del mismo modo que Cristo. También Adán, que contiene en sí a Eva -el mercurio, el elemento femenino-, es un modelo del alquimista, símbolo vivo, persistente en el hombre, de la piedra filosofal, el andrógino hermético, la unión perfecta del azufre y el mercurio. Sin embargo, la intención de Durero cuando pintó el "Adán" (1507) era también la de dar el valor de un canon de perfectas proporciones del cuerpo humano. Podemos afirmar en consecuencia una relación entre la alquimia y este Adán. De cualquier modo la forma de individualización de este personaje revela en Durero una religiosidad profunda y un respeto absoluto por el misterio del alma humana.
De 1513 y 1514 son los tres grabados maestros de Durero: "El caballero, la muerte y el diablo", "San Jerónimo en su celda", y "La Melancolía". Constituyen un tríptico alegórico-simbólico de tres tipos de virtud, respectivamente: la decisión y la actividad, la teología y la meditación, la vida del genio secular en el mundo racional e imaginativo de la ciencia y del arte. Este contenido ideológico de difícil comprensión para los no iniciados, está armónicamente asimilado en un destilado sentido formal donde se funden en perfecto equilibrio el valor del espacio y del volumen por el efecto de la luz que da seráfica brillantez a las superficies. A través de la meditación sobre Dios (San Jerónimo), la decisión y la vida activa (El caballero, la muerte y el diablo) y la ya mencionada "Melancolía" de signo saturnino, Durero parece decirnos alguna cosa sobre la esencia de la doctrina hermética.
Una severidad moral, que toca momentos de dramatismo, caracteriza los últimos años de la vida de Durero, profundamente partícipe del clima religioso suscitado en Alemania por la Reforma. Esto lo testimonia su última obra pictórica "Los cuatro apóstoles", pintada en el 1526, dos años antes de su muerte. Durero añadió a las dos pinturas citas y advertencias contra los falsos profetas; una actitud típica de los iniciados de la época consistía en advertir del peligro de los "sopladores de carbón", falsos alquimistas suspendidos en la superficie de las manipulaciones alquímicas, espíritus viles engañados por la materia vulgar y sus transmutaciones, incapaces de comprender el verdadero sentido del mensaje alquímico.
NOTAS
1 Por ejemplo en el Ordinal of Alchemy de Thomas Norton, en los Symbola Aurea de Maier y Geber, así como en el De alchimia de Sto. Tomás de Aquino.
2 Así es testimoniado por algunos tratados alquímicos, como el de Guido de Montanor Scala Philosophorum, o el de Etteilla Les Sept nuances de l'oeuvre philosophique hermétique.
3 Es interesante advertir que la "cámara de Saturno" es la parte del cuerpo que corresponde al aparato intestinal, que por la forma que reviste se ha asimilado tradicionalmente al laberinto iniciático. Al igual que el laberinto protege y oculta el centro espiritual, los pliegues de los intestinos rodean el centro vital del hombre (que es también el centro del cuerpo), que el taoísmo denomina "Tan tien inferior", centro o chakra donde se manifiesta el chi o hálito en un "mar de cinabrio", que puede equipararse a las aguas mercuriales o "caos" alquímico.
4 Secrets merveilleux de la magie naturelle et cabalistique du Petit Albert, Lyon, 1729. La palabra talismán deriva de telesma (maravilla), término que indica la fuerza creadora del universo, tal cual puede leerse en la Tabla de esmeralda de Hermes Trismegisto: "Telesma, el Padre de todas las cosas, está aquí". Esta fuerza creadora del arquetipo celeste es la que queda plasmada en el talismán, que deviene así un pantáculo o "pequeño todo" gracias a las correspondencias entre el macro y el microcosmo. El misterio, por su misma naturaleza, tiene el poder de la ubicuidad, es decir que se encuentra en todas las cosas y seres, que gracias a él pueden existir. "El mundo no subsiste sino por el secreto (misterio)" se lee en el Zohar.
5 Salomón Trismosin: Splendor Solis, Arnaldo de Vilanova: Ludus puerorum, Eck de Sulzbach: Clavis philosophorum, ludus puerorum et labor mulierum.
6 "La nueva luz química", en Eugène Canseliet: La Alquimia explicada sobre sus textos clásicos, Madrid, 1981.
7 Vida y Arte de Alberto Durero, Madrid 1982. nota 1.
8 H. Knackfuss: Dürer, Bielefeld y Leipzig, 1900.
Durero y otros pintores del Renacimiento (Ed. Symbolos, colección Arte y Literatura, Barcelona 1989)
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