Ibrahim siempre te seguiré
No hay nada mas dificil que no engañarse a uno mismo.
Las doce deformaciones - Alejandro Jodorowsky
Las doce deformaciones
Alejandro Jodorowsky
“... Los cuatro palos del Tarot –el Oro, el Basto, la Espada y
la Copa- nos simbolizan: hablan del cuerpo, del sexo, del intelecto y de
la energía emocional. Estos cuatro aspectos de nosotros nos conducirán a
nuestro Dios interior...”
“...El desequilibrio surge con la aparición de deformaciones. Éstas
son doce, y se caracterizan por el desborde o la invasión de una energía
en el dominio de sus compañeras...”
Cuando el Oro está en su lugar, es decir cuando el cuerpo es
vivido plenamente por lo que es, ello corresponde a la perfección. El
problema aparece en el momento en que las otras tres energías vienen a
parasitar el cuerpo o cuando él mismo se sustituye con las demás
energías.
〜☼〜
La Espada invade al Oro (intelecto en el cuerpo):
el cuerpo está dirigido por el intelecto: lo debilitan las concepciones y
las ideas. Esto produce lo que llamamos “un intelectual”, que no se
permite a su cuerpo vivir y expresarse. Lo inhibe. Se mueve mal, baila
mal: está contraído.
El Basto en el Oro (sexo en el cuerpo): el cuerpo
se vuelve un puro objeto sexual. Se vive en la seducción. El aspecto
exterior es primordial en detrimento del interior. La persona en este
caso es cínica y destructiva, porque no se concibe sino como un objeto.
El tiempo que transcurre inexorablemente es, desde luego, resentido
como una angustia y, mientras más esa persona pierde la carrera contra
el tiempo, más su cuerpo se vuelve su enemigo.
La Copa en el Oro (emociones en el cuerpo): el
cuerpo es invadido por lo emocional: es manso, rollizo, blando,
perezoso. Está siempre en demanda de calor y se aferrará a os demás para
recalentarse, así como para ser hospedado y alimentado.
Una energía sexual equilibrada es maravillosa. Parasitada, produce tres deformaciones posibles.
〜☼〜
La Espada en el Basto (el intelecto en el sexo): produce la frigidez, la impotencia, la eyaculación precoz, etcétera.
El sexo posee su propia sabiduría, e invadirlo con teorías o
doctrinas resulta inútil, y aún nocivo. Es naturalmente perfecto,
místico, divino. ¡Dejemos de culpabilizarlo, de disfrazarlo, de huir de
él! Dejémoslo vivir tal cual es. Me niego a pensar que portaos en
nuestro cuerpo cualquier cosa sucia o diabólica. Esta maravillosa
energía está en raíz de nuestra creatividad. Y además, es ella la que
transmite la eternidad.
La Copa en el Basto (las emociones en el sexo): No
hay orgasmo. La relación sexual se diluye en una insaciable demanda de
ternuras y caricias. La molicie será la palabra clave de esta
deformación. El orgasmo no puede realizarse porque el animal interior no
tiene la posibilidad de manifestarse en todo su poder. La energía
sexual no es brutal, y sin embargo es poderosa. En un momento dado hay
que vivirla como tal, sin tener miedo de ahogarse en ella puesto que,
una vez el deseo realizado, se vuelve siempre a la personalidad base.
Las personas que tienen miedos infantiles piensan que morirán si se
dejan sumergir por esta energía.
El Oro en el Basto (el cuerpo en el sexo): conduce a
la prostitución. Se valora el sexo por otros motivos que el esencial,
que consiste en encontrar la verdad divina. Esa invasión de lo material
en esta energía divina es una verdadera desgracia.
La Copa habla de la energía emocional.
〜☼〜
La Espada en la Copa (el intelecto a las
emociones): cuando la copa es parasitada por la espada, la energía
emociona, que permite entrar en comunicación con el otro, se vuelve
calculadora. Todo es sopesado, contabilizado, cada gesto hacia el otro
espera una respuesta, un reembolso. “te hablé ayer por teléfono: ¡hoy es
tu turno!” “Si das un paso hacia mí, daré un paso hacia ti”, etcétera.
El cálculo en la relación amorosa es algo extremadamente penoso.
El Basto en la Copa (el sexo en las emociones):
produce un corazón posesivo y celoso. Caer en las manos de una persona
de este género, es una pesadilla, y tener uno mismo esta deformación es
otra pesadilla. Los celos con una plaga que revela un feroz complejo de
inferioridad y de abandono. El “el miedo a que alguien dé al ser amado
lo que yo no le pueda dar”.
El Oro en la Copa (el cuerpo en las emociones): la energía emocional se vuelve fría. El corazón es cerrado y egoísta.
Tener un corazón cerrado no significa que no se pueda amar, sino que
se está lleno de un amor que la persona no puede expresar. Está
anestesiado. Esta obstrucción emocional nace cuando un niño no ha sido
verdaderamente amado y cuando no ha podido expresar su amor. Al crecer,
esta persona, inhibida en tal energía, forma un caparazón para
protegerse. Sin embargo, querámoslo o no, somos seres que aman. La copa
está llena de amor.
Cuando la energía intelectual, que es sin duda muy bella,
resulta deformada por las otras, crea tres tipos posibles de
comportamiento.
〜☼〜
El Basto en la Espada (la sexualidad en el
intelecto): el espíritu de competición, la agresividad, la violencia y
la dominación son las características de un ser en el cual los
pensamientos son parasitados por su sexualidad. El pensar se vuelve una
forma de poseer al mundo. La comunicación resulta salpicada de
agresiones en la meta de herir al interlocutor.
En este tipo de deformación, se desea también ocupar el sitio del otro. Creemos que su pensamiento es mejor que el nuestro.
La Copa en la Espada (lo emocional en el
pensamiento): quien lo padece halla difícil controlarse, puesto que se
encuentra nadando en un magma emocional. No llega verdaderamente a
concentrarse, a centrarse, a pensar. Desde el momento en que intenta
resolver un problema, se sumerge en la confusión y el caos. Todo se
vuelve problemático porque esta persona no piensa: resiente. En esta
deformación, los sujetos tienden a beber alcohol y a drogarse.
El Oro en la Espada (el cuerpo en el intelecto):
produce seres extremadamente materialistas que sólo piensan en el
dinero. Aquí no hay imaginación o propósitos espirituales. La persona se
queda pegada a lo material: ninguna posibilidad de desarrollar un alma.
〜☼〜
En tanto que no hemos encontrado a nuestro Dios
interior, bordeamos una u otra de estas deformaciones, y a veces incluso
varias de ellas.
[ Nuestro organismo es animado por cuatro energías: la corporal, con sus
necesidades; la libidinal, con sus deseos; la emocional, con sus sentimientos; la
intelectual con sus ideas. Cada una de estas energías crea un Yo fragmentario con su
propio lenguaje. Cuando desarrollamos uno de estos lenguajes en detrimento de los
otros, sufrimos una desviación (siempre angustiosa) de la personalidad. Por defectos
de la educación que recibimos de niños, no hemos aprendido a tener una finalidad
unitaria: necesitamos algo, deseamos otra cosa, amamos otra y pensamos en realizar
otra. Somos como un carro sin conductor tratando de hacer avanzar cuatro caballos
que toman un rumbo distinto cada uno. Nos estancamos, o nos creamos una realidad
donde nos sentimos infelices. Es así como nos convertimos en «intelectuales»,
viviendo sólo en la mente y haciendo entrar la inabarcable realidad en el rígido molde
racional; o en «emocionales», dejando que las tormentas del corazón nos inunden; o
en «sexuales», haciendo de la gratificación de los genitales un verdadero culto; o en
«corporales», creyendo que el deporte, el dinero y los problemas de peso y salud son
las únicas preocupaciones aceptables. El Yo personal se compone de estos cuatro
egos. Cuando no están bien equilibrados, y uno de ellos prima sobre los otros, los
centros reprimidos no dejan de importunar las acciones del que domina. Si
regresamos al ejemplo del coche sin conductor, uno de los cuatro caballos, el que es
más fuerte que los demás, tira del vehículo por su camino a costa del gran esfuerzo de
tener que arrastrar a los otros tres. En Alquimia encontramos el lema Solve et coagula.
Disuelve y coagula. En esta unión desequilibrada, cada uno de los cuatro egos debe
aprender a conocerse, delimitando su acción con respecto a los otros. Es el período de
la disolución y el aprendizaje.
El Ego corporal, aspirando a la inmortalidad, desea no envejecer, no enfermar,
no morir, no empobrecer, ser invulnerable. Antes que nada debe aprender a aceptar la
muerte, haciendo de ella el momento más precioso de su existencia, siempre que este
fin llegue cuando su potencial de vida se haya agotado de forma natural. Luego, debe
aprender a concebir la vejez como un aporte de sabiduría (la belleza de una flor que
se desarrolla equivale a la belleza de una flor que se marchita), convirtiendo cada una
de sus enfermedades en Maestro.
El Ego libidinal, aparte de buscar la satisfacción poseyéndolo todo, desea
crear. Debe aprender a disminuir sus ambiciones, sabiendo que en esta permanente
impermanencia no somos dueños de nada, que todo nos es prestado. Dominando su
posesividad, precisa desarrollar su capacidad de recibir. Ningún artista verdadero crea
sus obras, las recibe. La palabra «cábala» significa en hebreo «lo recibido». Es por
esto que toda obra sagrada es anónima, como el Tarot, el calendario solar azteca, el
templo de Borobudur en la isla de Java, las pirámides de Egipto, los Upanishad, etc.
El Ego emocional quiere amar, pero lo confunde con querer ser el único
amado. Debe aprender a cesar de pedir, a agradecer, a compartir, a transmitir aquello
que recibe convirtiéndose en canal. Un proverbio árabe dice: «Si tomas arena y
empuñas la mano, todo lo que obtienes es un puñado de arena. Pero si abres la mano,
toda la arena del desierto puede pasar por ella».
El centro intelectual quiere ser el amo, designar, explicar. Debe aprender a
callar, a ser capaz de despegarse del río incesante de palabras para encontrar en el
silencio su verdadera esencia: la vacuidad.
Un discípulo le dice a un Maestro de conversación:
-Venerado instructor, ¿puede usted enseñarme a hablar bien? -Sí, te voy a enseñar. Siéntate y
escucha...
El discípulo se sienta frente al Maestro. Pasa el tiempo. El anciano no habla. El discípulo, que
esperaba oír sabias palabras, se impacienta.
-Maestro, lo estoy esperando. Quiero aprender a conversar y usted no me dice nada.
-Precisamente te estoy enseñando a escuchar en silencio, que es la esencia de conversar.
Cuando las palabras ya no son nuestras, sino que hablan a través de nosotros,
cuando nuestra alegría es un eco de la fuerza original, cuando el amor que damos
pertenece al océano del amor cósmico, cuando nuestros pensamientos no nos
pertenecen sino que son creados por la totalidad, cuando estamos en un estado de
recepción constante, nuestros cuatro egos se han coagulado, logrando la unidad. Los
cuatro caballos marchan en una misma dirección tirando de un carro en el que ha
aparecido el conductor. El cerrado, confuso y egoísta Yo personal es ahora una puerta
que se abre hacia una Consciencia mayor. ]
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